Una abogada de Almería advierte sobre las señales de ruptura: “No hay divorcios de un día para otro”
La experiencia profesional en los juzgados de familia de Almería demuestra que muchas separaciones no llegan de forma repentina

Estefanía Molina | estefania__molina
La experiencia es un grado y, en el ámbito del Derecho de Familia, los patrones se repiten con una frecuencia llamativa. Así lo señala Estefanía Molina, abogada especializada en rupturas matrimoniales en Almería, que tras años acompañando a parejas en procesos de separación y divorcio, ha identificado una serie de alertas que suelen aparecer antes de que la relación se rompa de manera definitiva.
“No hay divorcios de un día para otro”, explica la colegiada almeriense a través de sus redes sociales. “Antes hay una desconexión progresiva que muchas veces se normaliza o se ignora, hasta que ya no hay vuelta atrás”. Estas son cinco señales que, si se detectan a tiempo, pueden ayudar a reconducir la relación o a tomar decisiones con mayor responsabilidad emocional.
Desde su experiencia profesional en la capital, la especialista insiste en que identificar estas señales no implica necesariamente que la ruptura sea inevitable. “En muchos casos, trabajar a tiempo la comunicación, acudir a terapia o replantearse dinámicas puede evitar el divorcio”, señala. “Pero para eso hay que mirar de frente el problema y no normalizar el malestar”.
Dormir separados y ausencia de intimidad
La primera señal suele ser una de las más evidentes, aunque no siempre se le da la importancia que merece: la pareja deja de compartir habitación para dormir y, paralelamente, desaparece la intimidad. Al principio puede justificarse por el cansancio, los horarios laborales o el cuidado de los hijos, pero cuando esta situación se prolonga en el tiempo, suele reflejar una distancia emocional más profunda.
“El dormitorio es un espacio de conexión, no solo física, sino también emocional”, señala la letrada. “Cuando se pierde, algo importante ya se ha roto”.
Evitar volver a casa
La segunda señal aparece cuando regresar al hogar deja de ser un lugar de refugio y bienestar. Retrasar voluntariamente la llegada a casa tras la jornada laboral, buscar excusas para alargar el tiempo fuera o sentir pereza ante la idea de reencontrarse con la pareja son síntomas claros de desgaste.
En muchos casos, este comportamiento se vive con culpa, pero también con resignación. “Es un indicador muy claro de que la relación ya no aporta tranquilidad ni ilusión”, apunta la especialista.
Tenerlo todo, pero no sentirse feliz
Otra señal frecuente es la sensación de vacío. Desde fuera, la pareja puede parecer estable: trabajo, hijos, vivienda, rutinas consolidadas. Sin embargo, internamente aparece un desasosiego difícil de explicar. No hay ganas de compartir logros, ni de contar cómo ha ido el día, ni de celebrar nada juntos.
“Es uno de los momentos más confusos, porque socialmente parece que todo va bien, pero emocionalmente no”, explica la letrada. “Muchas personas llegan a consulta diciendo: ‘No sé qué me pasa, pero no soy feliz’”.
Conversaciones superficiales y sin proyectos comunes
Cuando las conversaciones se limitan únicamente a lo cotidiano —la compra, los niños, la limpieza de la casa— y desaparecen los planes de futuro, la relación entra en una fase de estancamiento. Ya no hay ilusión por organizar vacaciones, días libres o proyectos en común. Cada miembro de la pareja empieza a mirar en direcciones distintas.
“La ausencia de objetivos compartidos es una de las antesalas más claras de la ruptura”, afirma. “Sin proyecto común, la pareja se convierte en una convivencia funcional, pero vacía”.
Imposibilidad de hablar de sentimientos sin discutir
La quinta señal es, quizá, la más dolorosa: cualquier intento de hablar de sentimientos o de temas incómodos acaba en una discusión descontrolada, con reproches, faltas de respeto o conflictos mayores. En ese punto, ya no existe un espacio seguro para expresarse con libertad dentro de la pareja.
“El miedo a hablar es devastador”, subraya Estefanía Molina. “Cuando uno siente que no puede decir lo que piensa o siente sin que estalle un conflicto, la relación ya está muy dañada”.
Desde su experiencia profesional en Almería, la especialista insiste en que identificar estas señales no implica necesariamente que la ruptura sea inevitable. “En muchos casos, trabajar a tiempo la comunicación, acudir a terapia o replantearse dinámicas puede evitar el divorcio”, señala. “Pero para eso hay que mirar de frente el problema y no normalizar el malestar”.
Porque, como concluye, “las relaciones no se rompen de golpe: se apagan poco a poco”. Y reconocerlo a tiempo puede marcar la diferencia.