El Estado en alerta
Ya está aquí. El calendario es inescrutable y en cuestión de horas tomará cuerpo el ya agotador y desafiante 1-O. Puede ocurrir cualquier cosa, pero ninguna buena. El conjunto de los españoles están, estamos, perplejos ante la desfachatez, ante el relato lleno de ficción del secesionismo . Casi conmueven si no supiéramos que detrás de esos modos subyace una insurrección en toda regla. Como todo les resulta poco, no les importa caer en la desvergüenza que supone utilizar a niños y hay que ver con qué emoción y entusiasmo el párroco de Canella mezcla independencia con la idea del amor universal. No hay nacionalismo sin algún cura detrás. ¡Qué pena da ver todo lo que estamos viendo!.
El Estado está en alerta y no habrá referéndum como tal, pero el secesionismo tiene motivos para no sentirse absolutamente derrotado. En esta historia no hay que hablar de vencedores ni vencidos porque en algún momento se tendrá que producir el reencuentro, la conversación, el abrazo, pero esto no debe impedir recordar una y mil veces la desvergüenza, la ingente responsabilidad de los lideres secesionistas, que se han reído y se ríen todos los días del Estado de Derecho. No habrá referéndum, pero algún terreno han ganado y lo han ganado tanto por méritos propios porque son únicos en el arte de la movilización, de la consigna, y también por una clara inacción política. Las acciones penales masivas no son disuasorias como estamos viendo. Estamos en el juego del gato y el ratón desde hace demasiado tiempo. ¿Se merece Puigdemont ser el representante del Estado en Cataluña? El Estado está en alerta, pero algo está ocurriendo para que la impresión más compartida es que la eficacia de lo desplegado no vaya a ser la deseada. En todo caso, lo más inmediato es poner los medios para que el 1-O no acabe como muchos desean. El temple y la profesionalidad de las FSE son un elemento de tranquilidad. Lo de Puigdemont y demás, una vergüenza absoluta.