Pactar con Vox

Pacten, pues, si no hay otro remedio

Fernando Jáuregui
08:59 • 16 feb. 2022

Pertenezco a ese grupo de gente que jamás pensó que podría hablar de hacer un Gobierno con una formación como Vox. Supongo que formo parte de esa ‘aurea mediocritas’ alejada de los extremos, que cree que lo que vaya más allá por la derecha del PP es casi un barril de pólvora a punto de explotar y que lo que esté a la izquierda del PSOE constituye un conjunto de irracionalidades utópicas incapaces de gobernar de una manera efectiva. Comprendo que la realidad se ha colocado en mi contra, me arrepiento (no sé si de corazón) de mi pasado y acepto que hace falta asumir lo nuevo y encauzarlo.



Me sorprendo a mí mismo diciendo esto, pero entiendo que si los electores votan a una formación como Vox (más de doscientos mil en Castilla y León en los últimos comicios del pasado domingo) no podemos aferrarnos a que estén todos equivocados. Supongo que la realidad castellano y leonesa impone un pacto de gobierno que hasta ahora muchos nunca habríamos aceptado, y esta es una de las nuevas constataciones que nos arrojaron las urnas el domingo. Otras constataciones son el hundimiento de aquel Podemos fundado por el ausente Pablo Iglesias hace ocho años y el despertar de pequeñas formaciones que reivindican un mayor cuidado por territorios que inconscientemente hemos olvidado, convertidos en cotos de caza o de pasto de esas vacas y ovejas a las que tanto hemos visto en los mítines.



Bueno, las vacas, las ovejas y la caza o la equitación han votado. Si usted quiere, tópicamente las equiparamos con lo que representa el candidato local de Vox, pero seguramente nos equivocaremos si pensamos de forma tan esquemática. A mí, Vox ni me gusta -al fin y al cabo, a los periodistas nos llamaron “lacayos” en la noche electoral - ni sus postulados, por mucho que los edulcoren, me convencen. No porque sea de izquierdas o de derechas (o de centro), sino porque, ya le digo, en mi ADN, para bien o para mal, está el ser amante de una cosa que no es ni carne ni pescado y se llama moderación, pacto, mano tendida, huir de los extremismos.



Aceptando, pues, que los moderados hayan de pactar con quienes hacen de la inmoderación su bandera, solo me resta, para consolarme, confiar en que el PP sea capaz de limar las aristas de quienes de manera tan altisonante a veces se presentan, de la misma manera que esperé, no tan vanamente, que el PSOE quitase las espoletas a aquel Podemos vocinglero y vano de Pablo Iglesias. No diría yo que lo hayan logrado del todo, pero, al menos, han difuminado aquel partido morado que a todos llamaban ‘casta’ y abominaban del ‘espíritu del 78’.



¿Lo logrará Pablo Casado con las huestes de Abascal? Creo que no le vendría mal a quien con tantos aires de patrioterismo, antieuropeísmo y anti tantas cosas se presenta un poco de humildad, mansedumbre y reconocer que, a lo mejor, los demás tenemos nuestra razón y nuestros derechos cuando decimos cosas que a ellos no le gustan. Es lo malo de los populismos, que les fastidian las ideas que son más populares.



Pacten, pues, si no hay otro remedio. Ya miramos, al fin y al cabo, para otro lado cuando el actual presidente del Gobierno lo hizo con aquellos que no iban a dejarle, ni dejarnos, dormir. Lo que ocurre es que, con tanto desviar la vista, vamos a acabar con una muy seria tortícolis, sin poder fijarnos más que en el suelo y no seremos capaces de mirar hacia arriba, como en la película.





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