Cómo nació y sobrevivió el bar que desafió la noche de Almería con café italiano
Ubicado en el histórico y marchoso centro de la capital almeriense, ha sabido adaptarse a las necesidades de los vecinos

Omar Corrías, dueño del establecimiento, posa ante el Carpe Diem junto al amable personal del local.
Entre pubs con luces de neón y barras donde se sirven copas hasta la madrugada, hay un rincón en el corazón de Almería que desde hace muchos años prioriza el café antes que el cubata, el buen trato antes que el espectáculo, y la fidelidad silenciosa de una clientela de toda la vida por encima de las modas pasajeras.
No tiene nombre en letras luminosas, ni tapa con cada consumición, pero sí una historia que se ha ido escribiendo a fuego lento, como el café que tantas veces ha servido Omar Corrías tras la barra del Carpe Diem, el establecimiento que fundó allá por 1999.
De Italia a Almería: unos orígenes migrantes
Este italiano de Milán, nacido un 21 de abril de 1974, cambió la capital lombarda por la capital almeriense a finales de los noventa. "Tenía ganas de abrir un bar en Milán, pero era imposible, todo era demasiado caro. Aquí conocía a gente, tenía amigos italianos, y surgió la oportunidad del local", recuerda. Así, justo antes del cambio de milenio, abrió su cafetería en una calle conocida por ser la meca de la fiesta en Almería, desmarcándose desde el primer día de lo que hacían los demás.
Y lo hizo sin ruido, con una fórmula sencilla pero firme: sin tapas, sin carta italiana, sin pretensiones. Solo café -capuccino, ristretto, espresso-, tostadas hechas al momento y una atención que, aunque particular debido a su carácter italiano, siempre se ha caracterizado por su cercanía.
"A la gente le gusta tomar café italiano, y algunos hasta empiezan el día con dos. Las tostadas también tienen éxito, sobre todo la de tortilla liada. Antes la hacíamos con brie, ahora con aguacate o queso fresco, lo que pida el cliente; depende mucho de las modas del momento", explica el dueño con naturalidad.
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Durante años, fue testigo del vaivén de las crisis (la económica, la de vivienda, la pandemia de COVID...) y de cómo cambiaban las costumbres. Al principio abrían también por la noche y se enfrentaban a jornadas maratonianas de hasta 18 horas los fines de semana. Pero con el tiempo comprendieron que la gente ya no gastaba en copas como antes, aunque sí seguía teniendo dos euros para un desayuno. Se adaptaron, centrando sus esfuerzos en las mañanas, y esa decisión ha sido clave para mantenerse a flote en un entorno tan competitivo: "Los bares de copas van y vienen. Nosotros seguimos".
Una clientela de toda la vida
En este rincón con olor a grano de café molido, no todo es resistencia. También se pueden encontrar valores tan notables como la pasión y el esfuerzo; unos principios que se ven reflejados en una clientela leal.
Es el caso de una señora nonagenaria a la que, cuando su cuidadora libra, Omar sube el café a su casa. "Empezamos a hacerlo con el COVID y ya se quedó como costumbre. Lleva viniendo muchos años", revela con una sonrisa mientras señala con la barbilla a una mujer mayor sentada en una de las mesas del establecimiento.
Habla con la tranquilidad de quien ha hecho de su oficio un modo de vida. "El secreto para perdurar es hacer las cosas bien. Tener buen trato. Y que el producto sea bueno. Pero en hostelería es muy difícil: basta con fallar un solo día, y aunque el resto del año lo hagas bien, ese cliente no vuelve", lamenta con el tono de quien sabe de lo que habla.
Aunque no sirva menús italianos, Omar no ha olvidado sus raíces. El acento se asoma por sus frases, como asoma el Inter de Milán en su conversación, del que es un fiel seguidor. "No echo de menos Italia. Mi vida está aquí", asegura. Y lo dice con la certeza de quien ha encontrado su sitio.
En este cuarto de siglo tras la barra, Omar ha hecho las veces de camarero, confidente, psicólogo y hasta árbitro en discusiones de política o fútbol. "Yo siempre digo que tengo tres másteres: uno de psicología, otro de fútbol y el otro en política. Hay clientes que vienen, te piden un café y te cuentan su vida esperando que se la soluciones".
Puede que su bar no tenga nombre de moda, ni sea trending topic, ni tenga terraza en Instagram. Pero tiene un gran recorrido y muchas anécdotas, algunas "tan raras" que, preguntado por ellas, prefiere no narrarlas. Lo que sí confirma es que su historia es la de un hombre que, desde un rincón de Almería, ha demostrado que la constancia, el trabajo bien hecho y un buen café pueden valer más que cualquier decoración de revista.