Me pasada en los tiempos de Blanes y siempre me ocurrió con Alfonso García. Cuando cursaban visita al vestuario del Almería (siempre por malos resultados) me daba un subidón y me cargaba de confianza. Creía en ellos. Siempre.

Por vez primera la visita de ayer no me ha subido la bilirrubina. Esta vez no me he fijado en el mensaje del presidente ni en la cara del entrenador. He mirado a los futbolistas que son el reflejo de la clasificación.

Venimos de una guerra y nos metemos en otra. Tropezando con la misma piedra y casi con los mismos futbolistas.

Esta vez no me he ilusionado porque lo que le falta al equipo no se entrena. Se tiene o no se tiene. Por mucho que le pidamos a los jugadores: no hay orgullo.

No digo yo lo del orgullo, son palabras de Soriano y desde el 13 de julio han tenido tiempo de ponerlo sobre el campo y solo han ganado un partido oficial. Y los amistosos: como siempre.

Aquí pasa algo en el vestuario. Tenemos a Corona dentro y todo sigue igual. Ellos hablarán de compromiso y de ganas pero no se nota. Aquí pasa algo. Los jugadores no se hablan en el campo con: Sergi, Rivera, Carrillo, Gorosito y... Soriano. Esto es lo que hay que arreglar.

Esas caras de la plantilla son preocupantes. Y la cara de Soriano es la suma de todas las caras de sus futbolistas.

No arranca la moto y sabe Soriano que la llave no es ni técnica ni táctica. Ya saben todos jugar al fútbol. Como ya le dijo Paco Flores cuando tomó al equipo: “Hay que ir a la cabeza del jugador” y añadía “lo demás ya está entrenado”.

Eso es lo que me preocupa. La cabeza del futbolista. Su alma. Su implicación. Su compromiso. Su hambre de vencer.

Esta vez la visita del presidente no me ha hecho ‘tilín’ porque todas las cosas que le faltan al Almería no son nuevas. Son las mismas. No cambian. No rectifican. No aprenden. No ganan.

No le veo la púa al trompo.