La felicidad de Almería, un don ‘que no se puede aguantar’
Un letrero en pleno centro asegura que “Vives en la ciudad más feliz de España”

Cartel luminoso en el centro de Almería que exhibe nuestra sin par felicidad.
La decisión de que sea el hombre del ‘postureo’ en las redes sociales el que dé el pregón de Feria ha sido un acierto total porque define perfectamente esta política de ‘postureo’ que nos ha tocado vivir donde importa más la fotografía en la prensa y los titulares victoriosos que el estado real de la ciudad. El último episodio de ‘postureo’ lo encontramos en un gran letrero luminoso que está funcionando en pleno centro de la ciudad, mirando al corazón de la Rambla.
El cartel es un dibujo donde se representa un incomparable cielo azul con una tímida nube que parece saludar a la Alcazaba y al Cable Inglés, que se muestran como nuestras principales señas de identidad junto a un rostro femenino con dientes Profiden que está a punto de reventar de felicidad. El letrero se remata por abajo con una afirmación que asegura que “Vives en la ciudad más feliz de España”, un mensaje que a los almerienses nos llena de un orgullo patrio sin límites, pero que a algunos, los más escépticos, nos lleva a pensar que definitivamente nos han tomado por tontos, que somos pura comparsa, convidados de piedra que se creen y se tragan todos los mensajes de optimismo desbordado.
Dicen que ha sido una empresa de fuera la que ha hecho un estudio del que sale como resultado final que Almería es la más feliz de España, como si la felicidad se pudiera medir de manera colectiva sin tener en cuenta la realidad de cada casa, como si ese estado de ánimo al que todos aspiramos en la vida tuviera más que ver con el clima y con la tramoya que con nuestros propios pensamientos e inquietudes, únicos e intransferibles. Fuera de nuestras pequeñas fronteras pensaran que los almerinses vamos por la calle regalando sonrisas y repartiendo abrazos, que aquí los problemas se estrellan contra ese espigón de la felicidad que nos ha tocado en suerte por nacer en esta tierra.
Y no nos faltan motivos para ser felices porque tenemos un clima que dicen que es envidiable porque nunca llueve y siempre reina el sol. Qué importa que cada vez haya menos agua, que los acuiferos estén bajo mínimos, que la nieve ya no aparezca en invierno coronando los picos de las montañas, que los veranos sean insoportables y que el mar en agosto parezca una taza de caldo. Somos tan felices que el recibo del agua nos ha llegado con una subida histórica, que el impuesto del IBI nos deja sin aliento cada mes de mayo y el de la basura se ha puesto por las nubes. Pero qué importan estos pequeños detalles si salimos a la calle y el sol está de nuestro lado y hay bares por todos los rincones para ofrecernos sus tapas de cortesía con una sonrisa en los labios.
Aquí la felicidad corre como un río imparable, va de bote en bote, como el milagro de una lluvia incesante que nos cayera del cielo. Qué importa que nuestras costas estén de moda para los profesionales del petaqueo, que el Parque Natural de Cabo de Gata haya sido invadido por el turismo de forma incontrolada, que se nos apague la luz en los barrios por los enganches ilegales, que suburbios como El Puche o La Chanca anuncien la peor de las miserias. Qué importa que el acceso a nuestro principal monumento lleve cuatro años abandonado convertido en un solar mugriento y coronado por un edificio chamuscado en ruinas. Qué importa que la subida a San Cristóbal, recién estrenada, sea ya un cagadero o que el Parque de la Hoya, que parecía la joya de la corona hace cuatro días, esté dejado de la mano de Dios y se haya transformado en el váter de los perros con dueño del barrio.
En Almería llevamos la felicidad en los cromosomas, porque es un don que da esta tierra. Somos tan felices que cuando tiembla la tierra, que lo hace con frecuencia, en vez de asustarnos nos levantamos de la cama con una sonrisa, nos miramos al espejo y decimos: “Tanta felicidad no se puede aguantar”.