De la cola del pan a la cola de las rebajas
Pasamos de las colas del hambre de la posguerra a guardar cola para comprar alguna ganga en las rebajas

La gran cola que se formó delante de la tienda de Escámez en el Paseo el 19 de septiembre de 1969 por la liquidación de sus existencias.
Hoy, todavía se forman colas de vez en cuando, la mayoría de las veces sin necesidad, colas por gusto como cuando llega la Feria y los almerienses no dudan en ponerse en fila un par de horas para obtener la recompensa de algo tan necesario como un abanico.
Cómo ha cambiado la naturaleza de las colas. En apenas veinte años pasamos de aquellas colas del hambre que hacían las madres para llevarse medio kilo de pan y un poco de leche para sus hijos, a las colas de temporada que llegaban cuando los comercios colgaban en sus escaparates el cartel de ‘grandes rebajas’.
Aquellas colas del hambre de la posguerra, cuando las mujeres dormían en la puerta de los comercios con la cartilla de racionamiento en el pecho; aquellas colas que se organizaban a diario delante de los comedores de Auxilio Social, colas de madres desesperadas y de ollas vacías, colas de frío y de humedad, colas de impotencia. Para Navidad se organizaban grandes campañas en toda la ciudad, que rodeadas de un efecto propagandístico bien calculado, llevaban comida por los barrios más deprimidos con colas interminables. En los años cincuenta, en tiempos de don Ramón Castilla de Gobernador y del Obispo don Alfonso Ródenas, ellos mismos se encargaban de llevar las ayudas por los distritos de la capital y de saludar con afecto a los vecinos que pacientemente soportaban los rigores de la cola reglamentaria. Al día siguiente, las autoridades aparecían en las mejores fotos del periódico que elogiaba su gesto. La generosidad tenía muy buena prensa y para fomentarla se hacían llamamientos a comerciantes y empresarios de Almería para que hicieran sus aportaciones. A cambio, sus nombres aparecían también en una lista que se publicaba en el Yugo, en la que se especificaba con detalle la cantidad que cada uno había puesto. El objetivo más importante en Navidad era que los pobres no se quedaran sin su comida, al menos en Nochebuena, aunque tuvieran que soportar colas interminables.
Cómo fuimos progresando. Cómo en apenas dos décadas muchas de las hijas de aquellas mujeres que hacían cola para poder comer empezaron a ponerse en fila delante de las tiendas de ropa para aprovechar alguna de las ganas que le ofrecían las rebajas. Los tiempos habían cambiado y había llegado el momento de las colas de la clase media, las colas de las rebajas de temporada, las colas en la Puerta de Purchena delante de la tienda de Segura para comprar los juguetes de Reyes, las colas en el Paseo que daban la vuelta por la calle Castelar cuando para la Feria llegaba alguna corrida importante, las colas de la taquilla del cine cuando estrenaban una película de Sara Montiel. En el mes de enero de 1958, cuando llegó al Cervantes ‘El último cuplé’, las colas bajaban por el Paseo, y en diciembre de ese mismo año, el estreno de ‘La Violetera’ fue el acontecimiento escogido para la inauguración del gran cine Imperial. Fue tanta la expectación que levantó el estreno de la película que los empresarios del Imperial tuvieron que habilitar un teléfono para poder encargar las entradas con antelación, siendo la primera vez en la historia de nuestras salas cinematográficas que se empleó este sistema.
Los niños de los años setenta conocimos las colas de adolescentes que se formaban en la acera del Imperial cuando trajeron la película Grease, una revolución que dejó huella en una generación de jóvenes. En Almería se estrenó el miércoles 27 de septiembre de 1978. “Baila, canta, vive y ponte brillantina con John Travolta y Olivia Newton John”, proclamaba la publicidad de aquella película que tantos colas generó en el viejo Paseo de Versalles.
Fuimos también testigos de las colas futboleras del bar Toresano, cuando la A.D. Almería abría sus taquillas en una mesa junto a la barra principal cada vez que se acercaba un partido importante. Hubo colas que llegaron más allá de la Puerta de Purchena, colas que llegaban a cortar el tráfico y obligaban a intervenir a la Policía Municipal.