La Voz de Almeria

Historias de Almería

La saga más fecunda de pintores de Almería

Emiliano fue un terrateniente con ingenio para los paisajes; Rafael, un fino miniaturista que diseñó el escudo de la provincia de Almería; y Dionisio, el nieto, ha colgado la paleta después de ungir más de 4.000 acuarelas

Los tres artistas de apellido Godoy, abuelo, padre y nieto: Emiliano Godoy Godoy (1840-1912); Rafael Godoy Pérez de Perceval (1888-1964); y Dionisio Godoy Rollón (1932).

Los tres artistas de apellido Godoy, abuelo, padre y nieto: Emiliano Godoy Godoy (1840-1912); Rafael Godoy Pérez de Perceval (1888-1964); y Dionisio Godoy Rollón (1932).

Manuel León
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El niño que jugaba con pelotas de trapo en la Plaza de Santo Domingo se ha transformado, en la mañana luminosa en la que voy a verle con un cuaderno y un bolígrafo, en un nonagenario venerable y erguido como una espiga del campo alpujarreño de sus antepasados; tiene Dionisio -que vive al lado de la Habana, no la de Cuba, sino la de Altamira- los ojos turbiamente azulados y la piel tan fina como el papel de seda. Es el último -Dionisio Godoy, bautizado con el nombre del Dios de los excesos, cuando no se ha excedido en su vida- de una estirpe, su estirpe, consagrada a pergeñar en el papel o en el lienzo mundos paralelos. Él lo lleva haciendo desde que nació, aunque ya apenas lo hace, porque el tiempo ha marchitado su visión, antaño de águila real; ya no sube a su estudio, el que fue su reino, donde ha ungido más de 4.000 acuarelas repartidas por el mundo conocido, como el Silestone de Paco Cosentino. Tiene 92 años Dionisio, nació con la República, pero será eterno, todo el que engendra lo es: a través de lo que deja, de esos miles de lienzos con paisajes claros, mares furiosos, rostros cansados o felices, todo ese imperio de los blancos de cal que refulgen en sus celebradas acuarelas y que están colgados en despachos oficiales, en La Zarzuela, en museos como el de Doña Paquita (con k es una ridiculez), en pasillos de casas particulares o de anticuarios, bodegones, como los que pintaba su abuelo, y que ahora reposan junto a los televisores del salón en casas humildes de Los Filabres o en estancias de pisos señoriales de Madrid o Barcelona. El autor, como debe ser, no sabe dónde están sus cuadros, solo le importan si están bien cuidados, como a un padre no le debe importar dónde está su hijo, solo si es feliz.

Suena en su casa un viejo tocadiscos con bandas sonoras de películas -no le agrada la tele- mientras mira por la ventana a ver si avizora a su mujer llegando de la compra, con la que lleva conviviendo casi ¡70 años! de la que porta aún un retrato dedicado en la cartera y a la que besa en los labios como a una novia cuando regresa a la casa.

De las paredes del piso que compró en 1972 cuelgan cientos de cuadros, de retratos, de pergaminos, de fotografías, como huellas de un tiempo que huye, que va huyendo, como los pliegues de su frente van dejando huellas de su añada. Habla Dionisio con sosiego, informando de fechas y anécdotas de forma certera; habla como quien sabe que ya es mejor hablar poco, como el que lo ha visto todo en esta ciudad y ya nada le pasma. Ha sido pandillero galopín, alumno de la señorita Celia , compañero de pupitre de Marco Rubio, Manolo Cuesta, Manuel Gálvez, Antonio López Cuadra, Leo Anchóriz o Juan Bustillo ; ha sido -es- artista, acuarelista, dibujante, ilustrador, investigador, rey mago, galerista, cartelista, delineante del Puerto y padre de tres hijos de los que ninguno ha seguido la querencia centenaria por el pincel de la saga de los Godoy. Todo comenzó en Fondón , donde nació en 1840 Emiliano Godoy Godoy, un terrateniente con ingenio para la pintura, cuando aún no había brotado la fotografía. Componía escenas costumbristas llenas de frescura y de color, algunas conservadas aún por su nieto Dionisio. Se especializó en pintar palomas junto a José Ruiz Blasco, padre de Picasso y participó en la Exposición Universal de París de 1878. Su hermano Juan Antonio continuó su legado, así como su hijo, Rafael Godoy Pérez de Perceval, padre de Dionisio y primo del piloto del Movimiento Indaliano. Rafael nació en Almería en 1888, trabajó en la Junta de Obras del Puerto y heredó de su padre el dominio del dibujo y el color, destacando como excelente miniaturista, especialmente en la elaboración de pergaminos con orlas afiligranadas y como autor de escudos heráldicos de instituciones, como el de la Diputación Provincial que preside la fachada del Palacio de Navarro Rodrigo.

Bajo esos ancestros vino al mundo en la calle Juan Lirola, criado después en Alvarez de Castro, Dionisio Godoy Rollón, alumbrado por una olulense, Angeles Rollón Herráiz, tal como explica su biógrafa, la historiadora del arte María Dolores Durán. El Dionisio de hoy recuerda perfectamente al niño que fue: cómo vio desde los ventanales del Hospital Provincial, donde fue a visitar a su padre enfermo durante la Guerra, la humareda de los depósitos de la Campsa; cómo vagabundeaba por la antigua calle del Cid (hoy Eduardo Pérez); cómo pasaban los carros de mulas por el Paseo; cómo se bebió su primera cerveza en La Flor de la Mancha, cómo se matriculó en La Salle y después en el Instituto haciendo obras de teatro con los luíses; cómo presumía de ser alumno de la señorita Celia, quien le presentó en 1954, pocos meses antes de morir desangrada, su primera exposición en el Casino diciendo de él al ver sus acuarelas: “Dionisio no es una promesa, es una presencia”; cómo le tocó la quiniela con 18 años -640 pesetas- y cogió el tren a Madrid a cumplir la ilusión de su vida de ver el Museo del Prado y un partido de la Selección de Zarra y Basora en el Bernabéu; cómo se compró su primera bicicleta con la que salía con el caballete y la paleta a pintar paisajes de Almería.

Ya de adulto, sacó una plaza de delineante en el Puerto, donde laboró durante 40 años, para hacer los perfiles del Muelle de Poniente, de Rivera o la Escalinata Real. Trabajó también en estudios de arquitectura de Francia y de Suiza y abrió una galería de arte, Parriego, y fue uno de los fundadores del Ateneo de José María Artero. Allí donde oliera a cultura en Almería estaba presente este Dionisio emprendedor, artista, noble de espíritu, investigador insaciable de los pintores almerienses del siglo XIX como Bedmar, Giuliani, Ginés Parra y otros apenas conocidos, que él rescató y ha plasmado en un libro. Como ha rescatado la memoria de su padre y de su abuelo para abrir un Museo, el Museo de los Godoy, allá en las cumbres de la Alpujarra almeriense, en Fondón, donde empezó todo. Ahora, a la hora de su sabia senectud de emperador Adriano, dice que todo lo que ha pintado, lo ha vendido. “ Me iré ligero de equipaje y no soy ningún personaje, si acaso un personajillo de Almería, que lo único que ha hecho es pintar y dibujar con pasión”.

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