La Voz de Almeria

Almería

El ojo que se cuela entre los novios

Carlos Felipe Ortiz es un explorador de la fotografía que busca nuevos senderos para abrir caminos diferentes. En el mundo de las bodas es un referente en España.

Carlos Felipe acaba de ser nombrado miembro de la Selección Española de Fotógrafos.

Carlos Felipe acaba de ser nombrado miembro de la Selección Española de Fotógrafos.

Publicado por

Creado:

Actualizado:

Crecimos viendo las fotografías de boda de nuestros padres colgadas de las paredes de las salitas de estar. Eran retratos de Guerry y de Mateos, labradas en la profundidad decadente del blanco y negro, con decorados grises de paisajes de cartón piedra, donde los novios parecían tan tristes como la tramoya, con cuerpos rígidos y rostros hieráticos que no expresaban ninguna felicidad.  Uno no sabía muy bien si iban a casarse o acababan de ser condenados a cadena perpetua.


Crecimos después viendo las fotos de boda de nuestros hermanos mayores cuando ya se había instalado el color y los novios empezaban a mirarse y a insinuarse un beso ante la mirada cómplice del fotógrafo. Eran las fotos de los novios bañados de arroz en la puerta de la iglesia; de los novios ante una monumental tarta de tres pisos rematada con sus figurillas de caramelo; eran las fotos de los suegros y las suegras dándose codazos ante el objetivo para no quedarse fuera.


Huyendo de los clásicos un día, hace ya diez años, nos encontramos con Carlos Felipe Ortiz, un joven forjado en la luz de la playa del Zapillo, que había encontrado la vocación retratando pasos de Semana Santa detrás de su padre. Un día, junto a su mujer, montó su propio estudio y como casi todos los fotógrafos que empiezan, colgó el cartel de “se hacen reportajes de bodas”.


Pero no quería ser uno más, ni repetir patrones antiguos. Tenía claro que quería ser diferente, que el arte no tenía que estar reñido con el negocio, así que empezó a mirar a los novios con ojos diferentes. “Desde el primer día me puse el reto de no repetir lo que se había hecho hasta entonces, de  crear mi estilo y que mi fotografía fuera diferente”, asegura Carlos Felipe.


Fue entonces cuando empezó a abrir caminos como un explorador, descubriendo senderos que parecían imposibles, reconociéndose en cada trabajo sólo si era capaz de emocionarse con él. Fusionó la fotografía artística con la comercial “hasta conseguir lo que no había logrado nadie a nivel de boda”. subraya.


En su búsqueda permanente no renunció a los escenarios clásicos como el parque, el puerto o La Alcazaba, pero con una mirada distinta, tratando siempre de integrar a los protagonistas en el lugar hasta que formaran parte de él como una roca o como el suave desnivel de una duna. “Utilicé grandes angulares para mostrar mucha más visión del espacio, una visión cinematográfica donde los novios formaran parte de un paisaje como ocurre en las películas”, me cuenta.


Un día se atrevió a romper moldes y a crear escuela. En una de sus incursiones por el Parque de Cabo de Gata, descubrió que el mar le ofrecía un decorado distinto, no sólo como telón de fondo, que era el camino más fácil, sino dentro del agua, entre los peces y los restos del coral. Fue premiado por uno de aquellos reportajes rompedores en el que se veía a una pareja de novios buscándose bajo las aguas tranquilas de la Cala del Plomo. “Que una novia se atreva a meterse en el mar con un vestido de cuatro o cinco mil euros ya es algo salvaje”, asegura. En su juventud, había probado emociones parecidas nadando con ropa en la playa del Zapillo y revolcándose después en la arena, pero nada igual a la excitación que se crea en un fondo marino compartido por dos enamorados y una mirada creadora.


Creatividad A partir de ahí inició un rastreo permanente persiguiendo nuevos espacios, tejiendo la luz con su mirada, forzando la realidad hasta conseguir una obra única, un trabajo de autor.


Su fama fue creciendo y de boca en boca se corrió el rumor de que de verdad existía un profesional diferente. Los novios no se conformaron sólo con tenerlo cerca el día del reportaje playero, sino que hubo algunos que lo metieron en la maleta y lo facturaron en el aeropuerto para llevárselo en el viaje de novios por medio mundo. Ha vivido lunas de mil en Nueva York, en Escocia, en Irlanda, en China, tan integrado en la pareja que se diría que eran tres los que habían contraído matrimonio.


Hoy, todavía sigue buscando nuevos escenarios, motivaciones distintas. Es la única forma de no estancarse, de seguir creciendo a diario. Un fotógrafo lo es todo el tiempo, hasta cuando duerme, y él lo asume sabiendo que ya no puede parar. Además de novios ha retratado mujeres embarazadas, consiguiendo un importante premio a nivel europeo, y ha rastreado en el complicado mundo de los desnudos, sobre todo femeninos. “En este campo me salen menos trabajos de los que yo quisiera. Almería sigue siendo una ciudad pequeña”, afirma.


En su estudio, tiene un arsenal de colecciones donde se puede ir comprobando la evolución de su trabajo y esa preocupación por ir recorriendo nuevos senderos. Lugares tan habituales como la estación del tren o la iglesia de las Salinas, pueden parecer escenarios distintos en el objetivo de Carlos Felipe. Viendo sus catálogos de bodas a uno le dan hasta ganas de casarse.


tracking