"En la agricultura cuando eres mujer, joven y con dos hijas te cuestionan"
Samanta, la agricultora que se está haciendo un sitio en las redes hablando de su día a día entre calabacines

Samanta en su invernadero.
Samanta Zemaityte tiene 28 años, dos hijas pequeñas y un invernadero de 4.000 metros cuadrados en Níjar, Almería. Cultiva calabacín y sandía, gestiona sola la explotación, como el 24% de las mujeres agricultoras de Almería, según la última encuesta del INE. Desde hace unos meses, se ha convertido en una voz inesperada pero muy escuchada en redes sociales, donde muestra el día a día agrícola. Hija de una mujer migrante que trabajó toda su vida en el campo. Samanta representa a una generación joven que se queda, que resiste y que explica lo que casi nadie quiere ver: que producir alimentos no es romántico, que da para vivir justo, y que detrás de cada hortaliza hay trabajo, deudas y decisiones difíciles.
¿Cómo empieza tu relación con el campo?
Viene de casa. Mi madre trabajó siempre en invernaderos. Cuando llegamos aquí, ella no tenía carnet, iba en bicicleta a trabajar todos los días. Yo era pequeña, pero lo recuerdo bien. El campo ha estado presente toda mi vida, aunque durante muchos años nunca pensé que acabaría dedicándome a esto.
¿Cuándo decides convertirte en agricultora por cuenta propia?
Cuando me quedé embarazada. Yo trabajaba en un almacén desde los 16 años y era casi fija, pero pensé: ¿cómo voy a conciliar eso con una hija? Entonces hablé con mi pareja. Su familia tenía tierras, empecé ayudando a su tía para aprender y, cuando vi que era capaz, me quedé con uno de los invernaderos. De eso hace ya cuatro años.
Te pones al frente de 4.000 metros tú sola. ¿Qué fue lo más difícil?
A mí el trabajo duro no me asusta. Lo más difícil fue que no se creyesen que yo lo hacía todo. El riego, el abonado, el control del cultivo. Cuando lo dices siendo mujer, joven, con dos hijas, te cuestionan. Si lo dice un hombre, nadie duda.
¿Cómo es un día normal en tu vida?
Yo vengo al invernadero sobre las siete y media de la mañana y a la una o una y media ya he terminado. Recolecto, reviso, cargo cajas. En invierno lo llevo todo sola. Cuando hay que sembrar o arrancar llamamos a gente dada de alta, porque eso no se puede hacer sola.
En redes sociales muestras ese día a día. ¿Por qué decides abrir Instagram @agrosamanta?
Empecé a subir vídeos el pasado julio porque veía muchas cosas que la gente no sabe: cómo se cultiva, por qué se hacen ciertas cosas, por qué no existe la verdura perfecta sin tratamientos. Subí un vídeo y funcionó. Ahora tengo más de 13.000 seguidores y cada día llega gente nueva. También me han invitado a eventos en Málaga y Murcia, pero no me asocio con cualquier marca, no me vendo.
Gran parte de tus contenidos desmontan ideas preconcebidas sobre la agricultura.
Sí. A mí me da mucha rabia la crítica fácil. Ojalá pudiera sacar el calabacín perfecto sin usar nada, pero no se puede. Trabajo en convencional y uso productos legales, con plazos de seguridad. La gente quiere la verdura perfecta, pero no quiere aceptar cómo se produce. Y luego van al supermercado y compran sin preguntarse nada.
¿Da para vivir una explotación como la tuya?
Para vivir, sí. Para ahorrar, no. Yo pago todo: agua, abonos, autónomos, préstamos… Hay meses buenos y meses malos. Si una campaña se gira, como me pasó hace poco, tienes que arrancar todo y no sacas casi nada. Por eso mi pareja tiene otro trabajo. Si algo va mal, necesitamos su sueldo.
¿Alguna vez has pensado en dejarlo?
Por cansancio físico, no. Económicamente, muchas veces piensas que sería más fácil trabajar para otro. Pero este trabajo también tiene algo muy bueno: la libertad. Si una de mis hijas está mala, me la traigo o me quedo con ella. Nadie me despide por eso.
Eres madre joven, autónoma y agricultora. ¿Cómo se concilia todo eso?
Como se puede. Pagando cuotas incluso durante la maternidad. Organizando los turnos con mi pareja. A veces yo trabajo un día y él se queda con las niñas y al revés. No es fácil, pero es posible.
Hablas mucho del desgaste mental del agricultor.
Porque es real. Yo estoy todo el día pensando en lo que hay que pagar. En el dinero. En si mañana pasará algo en la finca. Mi deseo de Navidad es no pensar en eso constantemente. No quiero ser rica, solo tener tranquilidad.
¿Cuál es tu sueño a medio plazo?
Tener una tierra propia, aunque sea pequeña. No hectáreas, algo asumible. Poder decir: esto es mío. Estoy todos los días mirando terrenos, aunque en mi zona es muy difícil encontrarlos pequeños.
¿Te sientes parte de una nueva generación de agricultoras?
Sí, y creo que somos necesarias. No porque seamos mejores, sino porque contamos la realidad. La agricultura no es un cuento bonito, pero es una pasión. Yo no conozco agricultores que estén aquí solo por dinero. Estamos porque nos gusta, aunque sea duro.
¿Qué mensaje lanzarías al consumidor?
Que mire más allá del precio y del aspecto. Que se pregunte quién está detrás. Y que entienda que sin agricultores no hay comida.