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Opinión

¿Por qué no puede ser Almería el Silicon Valley de la nueva Agricultura mundial?

Carta del director

¿Por qué no puede ser Almería el Silicon Valley de la nueva Agricultura mundial?

¿Por qué no puede ser Almería el Silicon Valley de la nueva Agricultura mundial?

Pedro Manuel de la Cruz

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Como la historia de las últimas cinco décadas en Almería podría ser un argumento perfecto para una película- '55 años en Almería' sería su título adecuado emulando a la famosa cinta de Nicholas Ray basada en el Pekín de la revuelta de los bóxers-, hablemos de cine.

En la película 'Novecento', Bernardo Bertolucci narra el impacto que tuvo la irrupción de la revolución industrial- la llegada de la máquina- en el nacimiento del fascismo y del comunismo. Son casi seis horas de un atractivo cinematográfico fantástico por lírico y conmovedor, pero en todo su metraje hay una frase que a mí me ha acompañado desde que vi la película por primera vez en 1976. Son cuatro palabras que me acompañan desde hace cincuenta años. Las dice el viejo Dalcó a su nieto Olmo mientras los muchachos y las muchachas campesinas bailan y se besan en una carpa de la Emilia Romaña italiana: “Está cambiando el tiempo”.

Cuatro palabras que el viejo Dalcó dice mientras se abanica con una hoja para paliar el calor y el cansancio, pero en las que Bertolucci recoge el formidable cambio que se avecinaba.

Desde aquel 27 de enero de 1901 en el que muere Verdi- ¡¡Verdi e morto, Verdi e morto!!, grita desolado el bufón Rigoletto en la primera escena de la película - han pasado más de cien años. Desde hace apenas una década el mundo asiste a un cambio más radical, más rápido y más decisivo, que el que refleja la cinta del director italiano.

La Digitalización y la irrupción de la Inteligencia Artificial no son la máquina rudimentaria de aquel novecento histórico y real. Son dos armas tan poderosas que, bien utilizadas, pueden alumbrar un mundo de realidades y progresos espectaculares, o, por el contrario, en manos de un poder ejercido por desalmados autócratas (los autócratas son siempre desalmados) pueden acabar siendo armas de destrucción masiva para el bienestar social y la inteligencia individual.

El viernes La Voz de Almería, con la colaboración de la Fundación Cajasol, Aqualia y el Puerto de Almería, organizó un encuentro sobre Digitalización y su impacto en la agricultura con el consejero Ramón Fernández-Pacheco. Y me gustó esa música tanto como la bellísima banda sonora que Ennio Morricone escribió para la película de Bertolucci.

Habló el consejero del impacto de esa implementación de las nuevas tecnologías en el principal motor de la economía almeriense y lo hizo apuntalando su criterio en datos irrefutables: Un 30 por ciento cuenta con sensores y sistemas de monitorización que ayudan a optimizar el uso de agua y fertilizantes; un 30 por ciento de nuestra agricultura utiliza herramientas de digitalización en manipulación y empaquetado; un 15 por ciento usa ya el riego inteligente que ajusta el agua a la necesidad real de los cultivos; un 10 por ciento cuenta con plataformas y software que permiten gestionar datos de producción, trazabilidad, costes y planificación; un 80 por ciento recibe información para aprovechar mejor las herramientas digitales; y la Inteligencia Artificial, el análisis de datos y la robótica se están introduciendo rápidamente en todo el sector. No es mal balance el desarrollado por el consejero. Sobre todo si tenemos en cuenta que venimos de una agricultura de subsistencia devastada durante mil años de soledad por un suelo hostil y una climatología cruel

Escuchaba con atención estas y otros datos y valoraciones del consejero Fernández-Pacheco y, durante unos segundos, regresé a una circunstancia vivida 24 horas antes. Ocurrió el jueves cuando compartí mesa y reflexiones con algunas de las mentes más lúcidas de la provincia y en uno de los amplios desfiladeros por los que transcurrió la conversación, uno de ellos, aludió al reto inminente con que la sociedad en general y, por tanto, también Almería, se va a enfrentar en el futuro. “Dentro de quince años la geografía de la producción de materias primas habrá cambiado tanto que no podemos caer en el error de pensar que lo que hoy nos ha convertido en una fortaleza agrícola vaya a continuar eternamente. La producción de materias primas, al menos de muchas de ellas, mirarán a otros territorios más favorables a su producción por climatología, costes salariales, aumentos demográficos y oferta laboral. Almería debe ser consciente de esta realidad y, sin renunciar a nuestra fortaleza actual, avanzar en la apertura de nuevas ventanas de oportunidades de negocio en tecnología, innovación… en definitiva, en investigación de nuevas áreas dentro de la rentabilísima industria auxiliar de la que ya formamos parte”.

Lo que yo desconocía el jueves es que, 24 horas después, los 40 participantes en el encuentro promovido por La Voz en el espléndido salón del recuperado Varadero iban a insistir en esa visión de futuro resumida en la necesidad de complementar la potencialidad de nuestros cultivos con la búsqueda de nuevas rutas que nos hagan ser exportadores de tecnología al resto del mundo.

Hay que continuar produciendo y exportando tomates, pimientos y pepinos, por supuesto. Pero no debemos quedarnos solo en eso. Hay que exportar- y vender- talento y conocimiento, sostenía el consejero. Dos armas, estas sí de seducción masiva, que ya se están cultivando en los laboratorios científicos y de ideas en instituciones como Tecnova, IFAPA, Las Palmerillas, La UAL, Unica Agribusiness o en el futuro Smart Green Cube, que será un magnífico edificio en el PITA, pero cuya riqueza estará en el interior. Lo que allí se fragüe y lo que se está fraguando en otras instituciones como los centros de investigación y formación de El Ejido o Vícar, será lo que nos sitúe como referentes en innovación en el mundo.

Convertir Almería en una potencia exportadora de nuevas tecnologías no va a ser fácil. Nada importante lo fue nunca. Pero si hoy despertamos el interés de industrias y empresarios, tan distintos y tan distantes, como los que nos visitan con ánimo de aprender desde México a China, ¿dónde está escrito que la exportación de los imparables avances en las nuevas tecnologías aplicados al sector agrícola no pueden ser una ventana de oportunidad para la industria auxiliar de la provincia, no solo en nuestra geografía doméstica, sino extramuros de nuestras fronteras?

Sostiene Paco Cosentino que las nuevas tecnologías han propiciado que “donde tú estas, está el centro del mundo”. Y es verdad. Quien no lo crea que piense en cómo desde uno de los pueblos mas pequeños de una de las provincias más olvidadas de Europa se ha podido conquistar las cocinas de los cinco continentes. O, también, cómo en el mayor desierto de la Europa continental se ha construido una pequeña amazonía que abastece de excelentes productos hortofrutícolas las despensas europeas.

Almería puede aspirar a ser el Silicon Valley de la nueva agricultura. Solo hace falta creer en nosotros mismos y trabajar poniendo la inteligencia en movimiento.

Ah, y no caer en el error suicida del populismo totalitario que tanto daño hizo el novecento italiano y que tanto puede arruinar el futuro.

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