La Voz de Almeria

Almería

Moreno o la playa

No basta ya con las filias. Los números no dan.

Juan Antonio Cortés
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Aquella noche del 25 de marzo de 2012 se intuía una ligera mejoría -solo ligera- en los resultados de José AntonioGriñán, aquel candidato que carecía de pegada pero que se benefició del desgaste de las primeras medidas de Rajoy impuestas por Europa -muy mal explicadas y a través del plasma- y de la inercia de un partido tan ganador en la Andalucía rural como el Real Madrid en el Bernabeu.

A las seis se la tarde, al llegar a la radio, un fino olfato del PP nos dijo: "Puede haber sorpresa. En la costa ha bajado mucho el voto". 

A las diez de la noche de aquel día de marzo el amigo de Gabriel Amat, Javier Arenas, lograba una incontestable victoria con 50 escaños -tres más que en 2008-, pero el PSOE -47 diputados, 12 Izquierda Unida- iba a seguir gobernando porque Cayo Lara optó por el pacto natural. 


Al hermano menor del alcalde de Roquetas le faltaron cinco diputados, quizás un par de puntos más de participación, para alcanzar San Telmo. Aquel día, la playa -una abstención del 38 por ciento-, la maquinaria socialista -siempre engrasada- y la euforia sobrevenida en el PP fueron los aliados de un Griñán – el CIS falló, las encuestas fallaron- que, tan sorprendido como Juanma en 2018, creyó estar ganando casi por tradición. Esa noche en el PSOE hubo quien pensó que nunca perderían la JJAA y aquel mantra se extendió peligrosamente entre las bases y élites socialistas. 



Sin embargo, cuarenta años de poder desgastan y acaban cegando a quien lo ostenta. Y este mal es transversal en la política. Desgastan, si cabe, aún más cuando quienes mandan no detectan a tiempo cómo la estructura social de aquella Andalucía reivindicativa, rural y autonomista, de mayoría sociológica de izquierdas, iba mutando silenciosamente al ritmo de los tiempos líquidos que el siglo XX nos ha dejado como signo de un futuro impredecible.



En la Andalucía oriental iba creciendo una clase media nueva y mayoritaria, que oscila entre el centro izquierda y el centro derecha y que emergió con la llegada a la alcaldía hace ya décadas de gentes como el alcalde de Málaga o el de Roquetas. El modelo municipalista fue el anticipo de un cambio que, pese a la lentitud del proceso, se sustentaba en el efecto espejo de los regidores peperos de la costa y en el cansancio con el partido que había gobernado Andalucía (con sombras y, también, con luces: seamos justos) casi desde que murió Franco, atenazado también por un estallido de corrupción ciertamente hiriente.



A esta clase social libre y crítica, que amenaza con cambiar el voto cada cuatro años y no se aferra a filiaciones, que tan pronto puede votar a la socialdemocracia como al liberalismo o a la democracia cristiana, se sumaba hace un lustro el fenómeno postmoderno del populismo, bien el de izquierdas, bien el de derechas, que echó raíces en los graneros convencionales de PP y PSOE.



Con estas bases, la aritmética social andaluza ya había engendrado el cambio que casi nadie vio en respuesta a cuestiones como las siguientes:
¿Qué ha pasado para que que parte del cinturón obrero urbanita haya perdido su identificación histórica con la izquierda de clase? ¿Buscaba la gente currante que decidió abstenerse o apoyar vías alternativas castigar a los socialistas? ¿Es asumible la hipótesis de que los nietos de muchos republicanos comprometidos con el socialismo se han desideologizado al darse cuenta de que la nueva agenda política no encaja en su forma de vida? ¿Qué razones llevan a un asalariado mileurista a dar por certeras las soluciones fáciles del populismo? ¿Por qué el PSOE se dejó caer en las ciudades turísticas y agrícolas y ha renunciado a ensanchar su oferta entre una clase media, universitaria y creativa que lidera la jerarquía social en Almería, Granada y Málaga y se extiende a Cádiz y a Huelva? ¿Qué llevó al PP a erigirse en el partido que más se parece a los pueblos de hoteles e invernaderos? ¿Por qué los azules han fracasado de forma sistémica en la Andalucía de los olivos y los latifundios? ¿Qué hay en la imagen de Moreno que ofrece confianza y buen rollo incluso entre quienes nunca votarán al PP? ¿Es el PP oriental diferente del occidental? 



Tal vez no haya una respuesta unívoca, pero la foto fija del momento nos deja pistas preclaras: la clase media, muy castigada, es la que gana hoy elecciones. No basta ya con las filias. Los números no dan. El PP de Moreno ya no se parece a aquel Don Mendo de Machado y el PSOE necesita con urgencia, le vaya como le vaya el domingo, agrandar su espacio electoral con propuestas que calen en la mente de las nuevas generaciones de andaluces, muy distanciadas de los tópicos.



Valga un ejemplo. Hace unos días le preguntaban a Espadas qué iba a hacer con el impuesto de sucesiones que ha eliminado el PP. Espadas soltaba que no quería impuestos que favorecieran a los ricos. Ese mismo día, alguien que guardaba hasta hace poco las revistas de Pablo Iglesias con no poca fruición nos decía con tono cabreado: "Eso ya no cuela. Que le pregunte a la hija que ha heredado un piso de cien mil euros y debía pedir un préstamo para no perder lo que su padre, tal vez un obrero o un ganadero, se ganó con madrugones". ¿No es ese lenguaje, en cierto modo noventero, un error de pulsión de la sociedad andaluza del momento?
Por eso, cuando el domingo se conozca el índice de participación de las dos de la tarde, pero muy especialmente el de las 18:00 horas en municipios como Adra, Torremolinos, Almuñécar, Marbella, Puerto de Santa María, Motril, Roquetas o El Ejido, en las huestes del PP ya sabrán si Macarena sí o Maracena no. 



Pero como la política es el arte de lo imposible, permítannos hacer quinielas con dos variables (im)previsibles: si la participación es moderada -ni siquiera alta-, el PP arrasará con casi toda seguridad y gobernará con pactos puntuales sin VOX -quizás incorporando a gente de Juan Marín-. Si la abstención es alta, Espadas puede ser aquel Moreno que, con 24 diputados menos que Arenas en 2012, perdió todas las batallas excepto la última. ¿Desdeñan el segundo escenario? 



Indignatio: ¿Qué hacían periodistas de más allá de Despeñaperros, perfectos desconocedores de la política andaluza, analizando el debate del lunes de RTVE y reconociendo -qué barbaridad- que no controlaban lo que se estaba debatiendo?


Imaginemos ahora un debate para este miércoles en Canal Sur TV con los candidatos de Almería: Juan Antonio Lorenzo (PSOE), Carmen Crespo (PP), Vicente García (CS), Rodrigo Alonso (VOX), Diego Crespo (Adelante Andalucía) y María Jesús Amate (Por Andalucía). A las once comienza una mesa de análisis. Salva Moya da paso a Rafael Troyano (SER), Jorge de la Chica (COPE), Noemí Fernández (Canal Sur) y Juan Andrés Rejón (Onda Cero). Un buen elenco de compañeros que hablan muy bien y son finos analistas pero a los que une un no menor inconveniente: no tienen ni idea de lo que pasa en Almería porque son periodistas de Granada. 

Respeto.

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