La Voz de Almeria

Almería

Correr hasta que el cuerpo aguante

Juan Francisco Cazorla se empeña en seguir corriendo a pesar de las tres operaciones de rodilla que lleva encima y de que ha cumplido ya los 47 años

Juan Jrancisco Cazorla  es un ejemplo de superación. Ha vuelto a correr después de tres operaciones de rodilla.

Juan Jrancisco Cazorla es un ejemplo de superación. Ha vuelto a correr después de tres operaciones de rodilla.

Publicado por

Creado:

Actualizado:

De un tiempo a esta parte a todos les ha dado por correr. Es la moda de este siglo, correr hasta la extenuación. Unos corren para adelgazar, otros por el placer de encontrarse más fuertes, porque corre el vecino o su cuñado, o porque queda muy bien esa estampa del atleta cabalgando como un jinete por el Paseo Marítimo en hora punta con unos tenis de lujo, ropa a la última moda y el móvil detrás por si lo llaman. Dónde ha quedado ese mito que hablaba de la soledad del corredor de fondo si ya no queda un metro de asfalto libre. Ahora se corre por una pasarela y escuchando música de fondo.


Hace cuarenta años corríamos detrás de un balón con las sandalias rotas o del chorizo que nos había quitado el reloj en la playa. Había algunos que desafiando las normas se dedicaban a hacer footing y los veíamos cruzar las calles saltándose los semáforos y señalados como si fueran, unos “chalaos”. Correr no estaba bien visto entonces. Hasta las madres te censuraban si un día se te ocurría irte a correr. “Es que has perdido la cabeza. No ves que te va a dar algo”, se decía entonces.


Hay quien se  pone un día a correr, se cansa y no vuelve a las andadas, pero hay también quien  corre una vez y ya no deja de correr durante toda su vida. Este es el caso de Juan Francisco Cazorla Andújar, que empezó a trotar hace 36 años y todavía no se ha sentado. “Mis primeras carreras fueron en el colegio de San Luis, de la mano de un maestro que se llamaba don Antonino. Me vio correr, vio que tenía cualidades y me animó”, me cuenta.


Cuando estaba aburrido, Juan Francisco se iba a la calle y echaba a correr desde su casa, en la calle Berenguel, hasta el Faro, ida y vuelta, aprovechando las zapatillas de fútbol sala que le habían comprado sus padres. Eso en Almería era hacer footing, antes de que se impusiera ese nuevo término que todo lo inunda  en este tiempo: el running, que suena más a negocio que a práctica deportiva. “Yo me pongo nervioso cuando oigo esa palabra. Prefiero decir: Hoy salgo a correr”, explica Juan Francisco Cazorla.


De chico participó en los campeonatos escolares y conoció de lejos a personajes como Bolea y Galdeano, dos grandes mitos del atletismo local que lo ganaban todo en los años ochenta. Sin embargo, fue pasados los treinta años cuando empezó a conseguir sus mayores logros. En 2008, uno de  sus mejores años, hizo los diez kilómetros en treinta y tres minutos y estuvo entre los mejores en los 50 kilómetros de subida al Veleta. Eran tiempos de grandes esfuerzos, de poner las articulaciones al límite, sin correr siguiendo unas normas mínimas de salud. “No utilizaba el calzado adecuado y esto me pasó factura. El asfalto, el suelo duro por el que corremos en Almería es muy agresivo y si no vas bien  equipado te lesionas, que fue lo que me pasó a mí”.


Un día empezaron a fallarle las rodillas: primero una, después otra, y así lesión tras lesión hasta tener que pasar tres veces por el quirófano. Fueron años de médicos, de muletas, de cicatrices que no se cerraban, de vivir en esa depresión que envuelve al atleta cuando no puede salir a correr. Cuando creía que ya había superado la última le llegó otra nueva que lo postró de nuevo en el quirófano en el año 2014.


Con 43 años a las espaldas parecía imposible que volviera a la carretera. “Ya se ha acabado. Hasta aquí he llegado”, se dijo entonces, convencido de que sus piernas habían llegado al límite. Pasaron los meses, los días de esfuerzo y pesadumbre en la rehabilitación y otra vez volvió a ver la luz. Una mañana dijo “voy a probar” y echó a correr sin ningún contratiempo. Era el momento de volver, pero esta vez con los riesgos mínimos. Se fue a un especialista a que le hiciera la prueba de la pisada y con unas plantillas mágicas corrigió sus defectos en la pisada. Ya no se la juega haciendo maratones ni saliendo todos los días, pero se ha reencontrado con una de las ilusiones de su vida y cada vez que sale no hay quien le quite los diez kilómetros.


“Correr es mi válvula de escape. Me reencuentro conmigo mismo. Es algo que me acerca a la libertad, cuando corro tengo tiempo de ir reflexionando sobre la vida y de olvidarme de todo”, asegura.


La experiencia vivida le permite también aconsejar a gente joven que empieza en el oficio. “Hoy día hay mucha más información de la que teníamos hace treinta años y la gente que se toma en serio este deporte sabe que tiene que hacerse un estudio de la pisada y unas pruebas de esfuerzo todos los años”.


Juan Francisco Cazorla corre tres o cuatro días a la semana con las alforjas cargadas de agua y unos cuantos dátiles para que no se le acabe el combustible. Ha cumplido 47 años, pero piensa seguir con su reto hasta que el cuerpo aguante.


tracking