La Voz de Almeria

Almería

Los éxitos de Enrique Alemán

Fue uno de los constructores más fecundos de la Almería vertical de los años sesenta

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Era alto como un álamo. Tenía el pelo de un rubio claro y brillante y los ojos azules como el mar en un día de calma. Tenía la estampa de un actor de cine y los modales de un caballero de la alta sociedad. Contaban que las damas almerienses de los años sesenta discutían por quién era más guapo, si Enrique Alemán o el actor Clark Gable. Se decía que en la prestigiosa peluquería de Cayetano, en la calle de Ricardos, de vez en cuando se improvisaban acalorados debates femeninos donde su cohorte de seguidoras defendía a capa y espada que el hombre más atractivo de la ciudad era, sin lugar a dudas, el afamado constructor de pisos. 

Era Enrique Alemán Herrada, el hijo de Antonio Alemán, el célebre comerciante que tuvo uno de los almacenes de coloniales más importantes de Almería, primero en las Cuatro Calles y después en Obispo Orberá. Se decía que el niño había salido tan listo como su padre para los negocios, aunque no quiso seguir con la tienda y acabó dedicándose a la construcción.

Se decía también que Enrique Alemán fue un joven adelantado a su tiempo que sin llegar a hacer carrera supo aprovechar la década del gran cambio urbanístico de Almería para triunfar. No le hicieron falta grandes estudios para convertirse en un empresario importante. Su primer gran negocio lo hizo en el año 1957, cuando junto al promotor Fernando Espa Cuenca se encargó de la construcción del edificio Santa Isabel, más conocido como el del cine Reyes Católicos. Fue de los primeros bloques modernos que se levantaron en la ciudad, una novedad para su tiempo y un negocio redondo que le permitió ganar sus primeros tres millones de pesetas. Antes, Enrique Alemán había realizado algunos trabajos para la Caja de Ahorros, entre otros la adaptación del edificio destinado a nuevo sede central en el Paseo de Almería. Tanto en este encargo del Monte de Piedad como en la construcción del edificio del cine, Alemán trabajó mano a mano con el arquitecto Guillermo Langle Rubio.

Fue en los años sesenta cuando Enrique Alemán se convertiría en uno de los constructores más fecundos de la ciudad. Su huella se fue plasmando por todos los barrios y sus edificios gigantescos formaron parte de aquella Almería moderna que se llevó por delante la ciudad horizontal de pequeñas alturas y  calles estrechas.

Entre sus primeros trabajos destaca el del edificio conocido como el de la Torrecilla, en la Plaza de Santa Rita, el primer piso de gran altura que se levantó en aquel barrio. Construyó también el piso de la funeraria de la calle de Eduardo Pérez, el de la calle Conde Xiquena con vistas a la Catedral, y las diez plantas del bloque número dos de la Plaza de Bendicho, que empezó a ejecutarse a finales del año  1963 llevándose por delante la estética de uno de los rincones más atractivos del casco histórico. 

En octubre de 1963 Enrique Alemán solicitó al Ayuntamiento una ayuda económica de 394.500 pesetas para la construcción del hotel de segunda categoría ‘La Perla’, en la céntrica Plaza del Carmen, aprovechando las ayudas oficiales que se habían establecido para proteger  la industria hotelera. De Enrique Alemán fue la obra del edificio Tauro, en la Rambla de Alfareros, el chalet de Paco Gómez Angulo en Aguadulce, gran parte de las obras sociales que en aquella época se ejecutaron en Almería, y uno de los edificios más conocidos del Paseo, el Géminis, donde desde 1968 se instaló el popular centro comercial de Simago.

Dicen que cuando empezó a triunfar y a ganar dinero de verdad instaló en su oficina de la calle Amapola una gran cámara acorazada como la del Banco de España.  Entonces tenía el mundo en sus manos: dinero, prestigio, fama, belleza, y además estaba casado con una de las mujeres más atractivas de su tiempo, María del Mar de la Cámara. Con tanto éxito Almería se le quedó pequeña y acabó marchándose a Málaga.


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