El pueblo de Almería testigo de tres culturas: bastión musulmán, fortaleza cristiana y cantera moderna
Aquí confluyen la historia musulmana, la cristiana, el legado agrícola, y el sabor rural más auténtico de la provincia

Alcazaba de Fiñana
Fue un confín de discuta aunque hoy resulta una sucesión de culturas, una joya escondida entre montañas a unos 950 metros de altitud en la provincia de Almería. Si bien es cierto que Fiñana tiene orígenes romanos, alcanzó su máximo esplendor en la época musulmana. Tanto es así que su nombre viene del árabe: "Finyana".
Una fortaleza mora, una iglesia y una mezquita son sus hitos. De hecho, de su pasado musulmán aún queda el trazo en zigzag de sus calles, a semejanza de pueblos del Rifadme en el norte de Marruecos. No obstante, tras la rendición a los Reyes Católicos, se transformó la mezquita en iglesia, se levantaron conventos y se reorganizó el núcleo urbano.
Sin embargo, antes de que ocurriera este hecho histórico, uno de los detalles más fascinantes es que fue un importante enclave defensivo y agrícola durante Al-Ándalus. Aquí hubo un ribat, lo que comúnmente se conoce como una especie de convento-fortaleza islámico, y todavía puedes ver rastros de esa historia. Por ejemplo, a través de la Alcazaba de Fiñana.

La Alcazaba de Fiñana
Una mezquita y se convirtió en ermita
Uno de los pocos ejemplos de mezquita rural andalusí que se conservan en pie no solo en Almería, si no en toda Andalucía. Si bien es cierto que no se trata de una gran mezquita monumental, sino que responde más bien a un edificio humilde usado por campesinos, artesanos y pastores que ha resistido guerras, olvidos y siglos de abandono.
Construida entre los siglos IX y X, posiblemente bajo dominio califal (Córdoba), durante siglos fue usada como pajar y almacén, pero en el siglo XX se le devolvió su valor patrimonial. Hoy es un Bien de Interés Cultural. De planta rectangular y orientada hacia el sureste, esto es, en dirección a La Meca, su orientación y proporciones demuestran conocimiento preciso de la tradición islámica.
Pero, ¿qué la hace tan especial? Su modestia enclavada entre montañas. Aquí no venían califas ni sabios famosos. A todo ello se le suma que no tiene mármol, ni azulejos, ni minaretes altos. Sin embargo, gracias a su residencia, ha sobrevivido más de mil años.

Mezquita de Fiñana ahora convertida en ermita cristiana
Una topografía accidentada
Toma asiento en la solana del extremo terminal de su loma; la villa enseña modélica, la ubicación predilecta de los pueblos del alto valle del Río Nacimiento. Principalmente la topografía, tan accidentada, diferencia en el pueblo cuatro sectores asociados a otros tantos paisajes: el meridional, en el actual Parque de Sierra Nevada, el de la tierra mesopotamia donde se asienta el del Llano de Abla y el septentrional, extendido sobre la solana de Sierra Baeza.

Accidentada topografía de Fiñana
Las canteras de Fiñana, un legado que viene de lejos
Las canteras de Fiñana han sido explotadas desde época romana o incluso antes, aunque su mayor uso se dio durante la Edad Media y Moderna. El tipo de roca extraído aquí es una piedra resistente pero relativamente fácil de trabajar. La extracción era completamente manual, utilizando mazas, cinceles y palancas.
Pero su auténtico auge surge tras la Reconquista. Después de que los Reyes Católicos tomaran Fiñana en el siglo XV, el pueblo pasó a formar parte del Reino de Castilla. Se establecieron nuevos modelos urbanos y religiosos: se construyeron iglesias, conventos, molinos, casas señoriales a base de la extracción de canteras locales.
Hoy, muchas de estas canteras están abandonadas o parcialmente integradas en el entorno natural, creando rincones espectaculares para rutas de senderismo y observación geológica.