La sonriente Plaza de Vera le regala todo su cariño a Padilla y a Fandi
La sonriente Plaza de Vera le regala todo su cariño a Padilla y a Fandi
Había que venir a Vera a la Plaza de Toros, a ver a Padilla, ese torero que inflama banderas piratas como si fuera un héroe decimonónico. Y a ver pasar corriendo a Fandi. Y también a ver como torea Sergio Aguilar. Pero Padilla estaba serio en el patio de cuadrillas aunque le esperaba la sonriente Plaza más que centenaria de Vera para que cambiara de humor. Una plaza que se vuelca con los toreros más queridos para que no se pierda la afición, aunque los ídolos vestidos de luces se olviden fácilemente de sus exigencias profesionales.
A Padilla le salió un buen toro por el portón de los sustos, pero el jerezano se empleó con dudas al principio, necesitando un vibrante violín de los suyos como si fuese una inyección de compromiso. Luego en la muleta, el toro le pidió toreo del caro y Padilla enebró alguna tanda de derechazos de mérito, entre lances de precipitada grisura. Ese es Padilla y a él habían venido a verle más de un tendido. Quizás porque el calor del público le calentó las mejillas, el torero de un solo ojo acertó a sonreir por fin. al final de la faena. Su estocada a ley hubiese tenido mejor final si no hubiese sido porque un subalterno le tiró el toro por tierra de mala manera. En el segundo salió como un cañón, cargado de ímpetu y de heterodoxia. Padilla, al natural.
Fandi no pasó de su registro. Se mantuvo en sus trece, pese a que su primero rompió en bravo mejorando de actitud ante la muleteta. Fandi, no. Fandi siguió en su tono de mediocridad. En el segundo perdió los papeles: pidió música para sus banderillas y luego mandó parar a la banda en la faena, que comenzó de rodillas como para pedir la segunda oreja negada: los toreros de verdad piden los trofeos de pie y quietos sobre el albero.
Sergio Aguilar quiso estar a la altura de su primero, que derrochó bravura, entreverada de algún defecto. El joven diestro trató de tirar de estilo, pero acabó toreando enganchado y optando por los mantazos para la galería. En el segundo más de lo mismo, querer y no poder ante un toro que tenía su faena y, probablemente buena pese a su escasez de fuerza. Aguilar tiene todavía mucho que demostrar.