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Nápoles y las epidemias

El autor presenta dos ejemplos de patentes de sanidad de la época barroca de indudable interés

Patente de sanidad de Nápoles emitida en 1739, anónima.

Patente de sanidad de Nápoles emitida en 1739, anónima.A.G.A.

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En el centro del Mediterráneo europeo Nápoles, Napoli en italiano, es una atractiva ciudad que ha tenido gran protagonismo desde su fundación, hace cerca de tres milenios, pudiendo contemplarse en la actualidad restos de griegos, romanos, bizantinos, normandos y españoles. Por su emplazamiento en el golfo de Nápoles, siempre ha contado con un activo puerto, que le ha permitido buena parte de su prosperidad, y ha sido la vía por la que ha recibido numerosas epidemias a lo largo de su historia.


Algunas de las patentes de sanidad emitidas cuando Nápoles era la capital de un reino, presentan excelente calidad, veamos un par de ejemplos.


El año 1739 fue emitida una patente con un grabado barroco, sin autoría conocida, que incluye la ciudad a vista de pájaro, en la que destacan el puerto, la atarazana y el castillo dell’Ovo; sobre la población se sitúa el castillo de Sant’Elmo, que proyectó y dirigió el ingeniero valenciano Luis Escrivá.


Elevada sobre una nube, se sitúa la corte celestial que la protege formada por la Virgen de Constantinopla y San Genaro, aún obispo, antes de su canonización. La Virgen de Constantinopla, con manto agitado por el viento y destacado halo radiante, acoge con su brazo derecho a Jesús niño sentado sobre el orbe sostenido por un querubín. Arrodillado san Genaro ruega amparo para la ciudad, revestido de obispo, completando su simbología con el báculo a su pie y un libro cerrado sobre el que figuran dos ampollas, representativas de su sangre que se licúa cada año.


El grabado se completa en sus extremos con la representación de la sirena Partenope, como tenante del escudo real, ligada  tradicionalmente a la fundación mítica de la ciudad. Era una de las tres sirenas de Capri, en la bahía de Nápoles, a las que Homero incluyó entre los peligros que hubo de superar Odiseo al volver de la Guerra de Troya. Como tenante del escudo de la ciudad figura con la representación deificada del río Sebeto, que fertiliza los campos de Nápoles; este río nace en el Vesubio, que también figura representado en el extremo del grabado.



Otra patente de sanidad barroca emitida el año 1787 fue obra de Francisco La Marra, excelente grabador, que optó por reducir la representación de la ciudad a una mínima alegoría, dando el protagonismo a la corte celestial, con la Virgen de Constantinopla, que apoya a su hijo sobre el halda; la sacra representación recibe la plegaria de San Genaro, revestido de obispo, con capa pluvial, pero sin tiara ni báculo; para su representación La Marra se ha inspirado en un cuadro pintado por Luca Giordano en el que muestra a San Genaro intercediendo a Cristo, junto a la Virgen, para que librara a los napolitanos de la peste que sufría el año 1656.


La escena celestial se completa con querubines que admiran a la madre y al hijo o sostienen el libro y las ampollas con la sangre de San Genaro.


La escena sacra también se complementa con las alegorías con los tenantes: la sirena Partenope, en este caso alada, recuperando la representación como ave con que a veces se representó en la antigüedad; y el río Sebeto, bajo la mole imponente del Vesubio humeante. La representación se completa con un ángel heraldo con torso femenino, que completa la escena.

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