¡Atención hay gol en Almería!
De la azotea de La Falange a las sardinas del Franco Navarro

Aquellas cabinas de finales de los 70 marcaron época.
El primero de los locutores que vi radiar un partido fue José Miguel Fernández en la azotea de un repleto Estadio de La Falange, aguantando el fuerte viento de Levante. Todo era artesanía en aquel viejo campo donde si alguien pisaba un cable había que “devolver la conexión a los estudios centrales”. Aquello que hoy sería prehistoria daba paso a todo confort con las primeras cabinas de prensa que llegaron a nuestra ciudad por obra y gracia de Enrique Alés, que subía al Almería a Segunda División, y con José María Maguregui en el banquillo había que darle bombo.
Las cabinas las veía desde mi asiento de cemento en la grada de Preferencia y nunca soñé con sentarme en ellas: porque nunca tuve sueños. Los niños de mi generación solo teníamos hambre todo el tiempo. Era estudiante de electrónica y me preguntaba como se coordinaban los técnicos para cantar tan rápido los goles. No pasaba ni un minuto del tanto marcado por Gregorio Mollejo y ¡Atención hay gol en Almería! Y entraba José Miguel Fernández cantándolo con gran emoción. Si empataba el Castilla se le notaba en la voz que el gol era forastero: les pasaba a todos.
Las primeras cabinas del Franco Navarro
El verano de 1978 se anunciaba en LA VOZ DE ALMERÍA la salida a escena de las nuevas cabinas para la Segunda División. Eran cinco y tan pequeñas que como te pasaras con la paella a mediodía tenías que radiar de pie. Nunca me imaginé radiando en el mismo lugar que mi maestro José Miguel Fernández, del que fui oyente toda la vida. En mis inicios tenía la línea de Radio Nacional en el túnel de vestuarios, pero cuando el Poli subió a Segunda B ya no me dejaban radiar allí.

José Miguel Fernández era el número uno radiando los partidos.
Por ellas pasaron Paco Cruz, Diego García, Pototo, Juan Torres Colomera, Pepe Pardo, Juan Domínguez, José Ángel Pérez… Que me perdonen si me dejo alguno. Yo admiraba el trabajo de todos ellos y la primera vez que me sentaba en ese habitáculo pude comprobar que no estaba equivocado: eran muy pequeñas y cuando venían los de fuera se quejaban con razón. Se veía de cine el fútbol pero se me metía el locutor de otra emisora cuando los goles. Eran pequeñas.
La reforma de Gómez Pomares cambió la decoración
Cuando en 1990 se metía la pala al campo para darle una mano de pintura todo cambió y se colgaron del techo unas cabinas más grandes y confortables, adaptadas a los tiempos y con sitio para nuevas emisoras que iban llegando. La de Radio Nacional la estrené con el Almería en Segunda y el ‘Tablero Deportivo’ de mi querido Juan Manuel Gozalo. Tenía enchufe en Madrid porque el jefe técnico, Goyo García, veraneaba en Roquetas de Mar.

La cabina tenía solo medio cristal y cuando hacía calor se agradecía.
Mi inseparable Juan Domínguez estaba dos cabinas a mi derecha y como acababa de aterrizar en Deportes no se sabía bien los nombres de los jugadores y cantaba sus goles justo después de los míos. Su hijo Sergio se venía a mi cabina y hacía de ‘correillo’ cuando llegaban los cambios. A nuestra derecha estaban las televisiones y con el tiempo llegamos a compartir narraciones para la ‘tele’ y lo pasamos genial. Domínguez era una estrella con su voz rotunda: yo siempre su alumno.

Con Gómez Pomares llegaba el confort al viejo Juan Rojas.
Mi cabina solo tenía medio cristal
Cuando fiché por Radio Almanzora utilicé las cabinas visitantes con el Mármol Macael y luego ya en la Cadena SER teníamos dos. Una para Chema completa y la otra con el cristal a la mitad. Se ve que al cristalero se le pasó, y tras la inauguración no volvió por allí. Fui afortunado porque no necesitaba poner micrófono de ambiente mientras que Chema colgaba uno del techo por el exterior. Juan Domínguez se pasó a nuestra zona y podía elegir ya que uno entraba en el Carrusel Deportivo nacional y el otro (yo) en el local.