No le vamos a pedir a estas alturas a los jugadores del Almería que tengan garra o se dejen la piel en el campo: esto son cosas de otros tiempos. Hoy los jugadores van a la oficina.

Lo que si debemos de exigirles a todos los profesionales del balón es que en el campo se note que hay vergüenza torera y por los que van al Estadio no se ofrezca esa imagen de resignación de un equipo menor.

En Almería somos tan buenos que ya ni le pitamos al equipo. En otros lares arde Troya con lo que está pasando aquí pero es lo que tenemos y el cuerpo humano se hace a todo. Son tres temporadas.

Yo he dejado de enfadarme con el equipo y hace tiempo que les dije que venía el lobo. Yo no siento por mí la derrota y pienso en aquellos que se rascan el bolsillo para ir a ver a su Almería: ese Almería que no aparece.

Cuando me dicen por la calle que el equipo: “no le pone en el campo lo que hay que poner” les remito a un fútbol que ya no existe, jamás volverá. Eran otros tiempos. Y otros futbolistas.

Eso que antes se llamaba la vergüenza torera gana partidos pero hoy el futbolista va a entrenar o a jugar el partidos sabiendo que pase lo que pase a final de temporada su agente o representante le ayudará.

El premio se queda para esos 7.501 fieles que van al campo con la segunda peor racha de la temporada cargados de una ilusión que se termina regalando el primer gol.

El partido frente al Sporting fue el que más público ha llevado esta temporada al Mediterráneo y uno se pregunta ¿para qué? si siempre el cartero llama dos veces a un Almería sin alma.

Viva la vergüenza torera.