La Voz de Almeria

Roquetas de Mar

Sangrante y conmovedora ‘La Familia’ de Julio Ruiz en Roquetas

El bailaor cautiva al público de su tierra con una fábula que invoca a las tres mujeres de su vida

Julio Ruiz, durante la representación de ‘La Familia’ el sábado en Roquetas.

Julio Ruiz, durante la representación de ‘La Familia’ el sábado en Roquetas.La Voz

Melanie Lupiáñez
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Julio Ruiz volvía a casa para representar ‘La Familia’ sobre las tablas del auditorio de su pueblo, Roquetas. Venía de agotar entradas en la Bienal de Flamenco de Madrid; venía de violentar al público, de haberse viralizado bailando con un abrigo de pelo. Había generado mucho odio; le habían deseado la muerte porque aquello, decían, no era flamenco. Pero, en realidad, el pasado sábado Ruiz solo tenía un propósito: no dejar a nadie indiferente. A nadie. Y lo superó con creces, con cada aplauso, cada “maestro”, los “oles” que cuadraban entre el zapateado de su Flamenco Presente.

El bailaor jugó con el silencio y bailó en silencio. Se iba transformando en los animales que aparecían en su fábula y que el público podía leer en el luminoso, como los rótulos de una ópera en tres actos. Y fue cucaracha, y cisne, y zorra; y también fue todo lo que no se dice, como la incomodidad que hacía que te removieras en el asiento.

Tela de araña

Intenso, soberbio, regio… No podría ser lo que es sin el equipo que lo acompañó e hizo posible el cante, la música, la puesta en escena, la iluminación: unas veinte personas cuidando de que todo saliera de diez, que estuviera magistralmente hilado. Una tela de araña que atrapaba al público en sus redes como moscas. Un espectáculo cargado de simbolismo y metáforas para invocar a las tres mujeres de la vida de Ruiz: su madre, su tía y su abuela.

Sin desvelar demasiado —porque hay que ver para sentir—, baste decir que el guitarrista David de Ana interpretó ‘El lago de los cisnes’ de Chaikovski, y el zapateado de Ruiz parecía el chapoteo en el agua de un maravilloso cisne blanco.

Por supuesto, hubo referencias a nuestra tierra. A través del cante, Pepe de Pura interpretó un taranto, el cante típico de Almería, a capela. Cantó pa’lante y pa’trás, tomando forma y protagonismo primeramente el cante —primitivo, rasgado y sentido, como hay que representar el cante de las minas— y, seguidamente, pa’trás, cuando cantaba para el baile. Aunque es difícil poner un límite, porque el bailaor integraba a sus compañeros en sus movimientos.

La puesta en escena fue sencilla, arriesgada y destilada: solo arte puro. ¿Qué trabajo, no? Crear para ser y ser para crear; sudar emociones y sangrar con esa familia cada vez que se reúne. Todavía me retumban los tres tiros y las palabras de Julio Ruiz: “Ante el odio, yo bailaba más. He bailado toda mi vida”. El bailaor era ese niño que bailaba solo, rodeado de niñas, ese que siempre fue señalado de maricón. En la noche del pasado sábado recogía todas las plumas de su majestuoso vestido de cisne y se las devolvía al público. Como cuando era niño, ignoraba los comentarios de odio porque comprendía que el otro no tenía referentes.

Ruiz siempre ha llevado a su tierra por bandera. También bailó por tarantos en el Festival del Cante de las Minas de La Unión. Es uno de los bailaores con más proyección de la actualidad y el único becado por el Centro Nacional de la Danza y la Ciudad Internacional de las Artes. De hecho, el espectáculo ‘La Familia’ se nutre de su residencia en París, de hacer un arte más total y global, y de acercarse a otras disciplinas para poder mostrar las emociones que imprime la herida. El próximo año espera terminar la gira de este espectáculo, además de publicar el libro y el documental basados en el mismo.

Enhorabuena, maestro.

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