De estas y aquellas Navidades
Entre tradiciones, consumismo y nostalgia: así han cambiado las Navidades de ayer a hoy en Adra

Un pequeño observa la iluminación navideña
Para muchos hogares almerienses la Navidad comenzaba el mismo día del Sorteo de la Lotería. El 22 de diciembre era el pistoletazo de salida, hoy en día, nos vienen anunciando que ya está aquí la Navidad, un mes antes o dos.
Primero es aquello de las participaciones con un mínimo de cuatro meses por adelantado y comienzan a surgir los compromisos y la retahíla del amiguete que te suelta aquello de ‘hombre, que es para tal asociación o para el equipo del barrio, arria el choco’ o cuando no es al niño al que le han entregado un talonario en el Colegio para el viaje de estudios y el padre se ve obligado a dar la lata de lo más cansino, aunque el final será quedarse con el taco casi entero.
Encima hay que sumar las que le arriman por otra parte y se da cuenta que lo que lleva gastado es una burrada y, llegadas estas fechas, no le queda otro remedio que entusiasmarse y confiar en la visita de la diosa fortuna, para volver, tras del sorteo, a la promesa de años anteriores de que a la próxima reducirá gastos y nada más que echará unos eurillos. La promesa sólo dura unos días, los justos en que tardan en ofrecerle para el sorteo del "Niño", a la que se juega, por si acaso y en un intento de recuperar lo perdido.
Después entramos en diciembre, en este mes del ‘vaya rasca que hace…’ cuestión, por cierto, anormal por estos lares. Y aquí ya empiezan las verdaderas complicaciones: viernes negro, sábado azul o domingo rojo. Hay que comprarle ropa a los niños, que vale como testimonio para comprar ropa para todos.
Hay qué '¡aboquinar!'. Para eso viene muy bien la paga ‘extra’ que cobran aquellos que todavía tienen la suerte de conservar su puesto de trabajo, que llegar al fin del año, tal y como están las cosas, ya es un mérito, aunque no haya que condecorar a nadie por tal cosa. Más tarde llegará la hora de preparar los condimentos de las comilonas a celebrar en las fechas más señaladas en las que, las indigestiones, 'tripoteras' y el malestar estarán en el orden del día. Han cambiado muchas cosas. Ya apenas se ven esas bandejillas de mantecados en la barra del bar.
De estos agasajos en fechas cumbres, habrá una excepción de la Nochevieja, que ésa es otro cantar y un consumo de los que se van por las nubes, a pesar de lo cual muy poquitos se reservan. En todo esto de lo principal para tener en cuenta es la ‘panzá’ de dulces, por aquello de si vienen visitas, cuando tristemente se conoce que ésa es una costumbre casi perdida, la de las visitas, y sustituida por el encuentro en el bar, restaurante, pub o discoteca, muy propio de estos tiempos y toda esa muchedumbre de cosas.
Superado el asunto de los dulces, esos que a más de uno por pasarse en la consumición le producirán una pachanguera del copón estomacal, se continuará en la línea de hacer ‘mistos’ el cuerpo con otras indigestiones de resacas que, provocan otro arrepentimiento que, en cuanto pasan los dolores, vuelta a empezar, como si no hubiera ocurrido nada. ¡Llena ahí león!
La primera noche grande que llega es la de Nochebuena. La cocina echa humo, la familia se ha pasado dos días en la cocina, con sacrificio. Aquellas cenas que preparaba la abuela o mamá eran para reventar la vejiga. Hoy en día, ya saben, aquello del pavo está pasando de moda, ahora, cada cual, anda a su aire; con grandes centollos que tienes que dominarlos con látigo.
Lo más importante de aquellas fiestas, es que eran muy familiares. Hoy en día, después de los días grandes; aquellos que tienen continuación hasta altas horas de la madrugada, pues viene aquello del estómago que canta sus quejas, el riñón que pega calambrazos, el hígado que dice ¡aquí estoy yo!, y toda clase de pachuchos habidos y por haber, que no distinguen para nada en eso de la edad.
En mi época, los sobres ‘El Tigre’ calmaban tanta erupción estomacal mientras los días iban pasando. De la Nochevieja qué les voy a contar que ya no sepan. ¿Ha visto los cartelillos con la reserva de cena y el cotillón? ¡vaya precios! ¡qué bárbarooooo!... y es en esa noche despedida anual donde el consumismo y el despilfarro saca a lucir sus mayores galas.
Y viene un año nuevo. Doce campanadas, que esperamos con la boca abierta nos lo anuncian. A cada una de ellas pudiera aplicarle una de esas palabras que en muchas ocasiones escasean: Paz, Amor, Felicidad, Solidaridad, etc., pero fruto de una constancia, no como un mero deseo que se impregna en un tarjetón para cumplir con amigos o conocidos. Después de todo, aunque sea sólo por un mínimo momento, debieran ser para reflexionar, tomar conciencia de la realidad y proponerse aportar un granito de arena para arreglar tanto problema humano como nos rodea en la actualidad.
Casi sin darnos cuenta llega el día de la ilusión de los niños. Llegan los Reyes Magos. Algunos modernistas nos quieren transportar otros temas que no nos van, yo, por ejemplo, soy más de los Reyes Magos, pues son los nuestros, aunque la televisión, de cuando en cuando, nos meta este tipo de “bacalá”, como Papá Noel y otras costumbres importadas, como la mayoría de los programas.
Antes del día de la ilusión, con Roscón (mejor dos) incluido, que no es sólo el de los niños y que todos esperamos algo; viene todo el jaleo de los regalos, con un gasto a veces impresionante como si aquí no ocurriera, nada, Habrá quien espere hasta el último día para comprarlos y no faltará quien sólo deje alguna cosilla por aquello de meterse en todo el algarabío de última hora, ese del que todos nos quejamos y favorecemos a crear.
Después surge el tema, una vez más, de si los Reyes deben de venir para los niños en otra fecha para que puedan disfrutarlos antes de volver al colegio. Además, como si quien lo dice fuera inocente de sus tiempos infantiles, en una amnesia total de que también fue niño, se lamentará de que los juguetes los destrocen los pequeñines a las primeras de cambio.
No pocos padres, en el momento de elegir los juguetes pensarán más en ellos mismos que en sus hijos. Estas son cosas, algunas, de las que suelen pasar por Navidad. Es un poco la otra cara de la moneda. Ojalá que la lotería se dé un paseo por nuestra provincia y deje un pellizco de esos que todos deseamos. Es bueno que haya alegría, mucha alegría, pero no conviene olvidarse de aquellas familias que, por unas causas u otras, no podrán disfrutarla.