La Voz de Almeria

Adra

El arte abre 12 ventanas a la esperanza en un rincón olvidado de la Alpujarra almeriense

Felipe Rendon es el artista colombiano que materializa este proyecto dando vida a las fachadas viejas y deterioradas de esta pedanía

Felipe Rendón pinta su primer mural en La Alquería.

Felipe Rendón pinta su primer mural en La Alquería.La Voz

Marina Ginés
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En La Alquería, una pequeña pedanía de Adra que aún conserva el alma de la Alpujarra, hay casas vacías, paredes deterioradas y calles que poco a poco han ido perdiendo movimiento. Pero desde hace un tiempo, algo está empezando a cambiar. Y no tiene que ver con obras ni presupuestos millonarios. Tiene que ver con arte, con personas, y con muchas ganas de que este lugar vuelva a tener vida.

La asociación cultural y artística Acerobo ha puesto en marcha un proyecto para llenar de color y significado las fachadas de las casas más deterioradas del pueblo: doce murales, doce “ventanas a la esperanza” que están transformando La Alquería. El encargado de dar forma a esta idea es Felipe Rendón, un artista colombiano que ha encontrado en Adra su nuevo hogar.

De Colombia a Adra, con pinceles y sueños

Felipe nació en un pequeño pueblo cafetalero de Colombia, rodeado de montañas y con el arte metido en la cabeza desde niño. “Desde que tengo uso de memoria soñaba con ser artista”, cuenta. Ese sueño lo llevó hasta España, y más concretamente a Madrid, con una maleta que no pesaba mucho, pero iba cargada de pinceles, pintura, unos cuantos lienzos… y ganas.

Felipe Rendón pinta su primer mural en La Alquería.

Felipe Rendón pinta su primer mural en La Alquería.La Voz

En la capital se movió por ambientes bohemios, conoció a otros artistas, vivió la experiencia de quien busca su lugar en el mundo. Hasta que, por casualidad, coincidió en un plató de televisión con un abderitano muy simpático que le soltó una propuesta que cambiaría su rumbo. "¿Y si te vienes a vivir a Adra? Allí hay una asociación muy activa, te puedo presentar a gente que seguro te va a interesar”.

Felipe no lo dudó. “Sentí algo muy fuerte, como si tuviera que venir sí o sí. Fue una atracción que no supe explicar”.

De carnicero por las mañanas, artista por las tardes

Al llegar a Adra, Felipe sabía que dedicarse al arte no siempre da para vivir, así que recurrió a otro oficio que también domina: la carnicería. “Desde los 16 años trabajé en la carnicería de mi tío, lo aprendí todo allí”, explica. Con esa experiencia, se acercó a un supermercado de los de toda la vida en Adra y se ofreció.

“Perfecto, necesitamos refuerzos en verano. Vente por las mañanas si puedes, Felipe”, le dijeron. Y así empezó.

Desde entonces, se ha ganado el cariño de vecinos y clientes. “La gente de Adra es increíble. En la tienda me siento como en casa. El ambiente es muy cercano, todos se saben mi nombre. Y eso que llevo aquí solo ocho meses”.

Murales que abren puertas a la esperanza

Con el tiempo, conoció a la gente de Acerobo y se sumó de lleno a sus proyectos culturales. Fue entonces cuando José Antonio Pérez, uno de los miembros de la asociación, le propuso una idea que encajaba a la perfección con su talento: pintar murales en las casas más dañadas de La Alquería para devolverles vida y atraer movimiento al pueblo.

Felipe no se lo pensó. Ya ha terminado el primero de los 12 murales previstos: una obra que habla del vergel que un día fue La Alquería, del apoyo vecinal que aún mantiene viva la pedanía, y de la fuerza de quienes no se rinden.

Pero esto no se queda en lo estético. Cada mural se convertirá en una actividad dinamizadora. El próximo, por ejemplo, será un taller abierto a los niños y niñas del pueblo, que lo pintarán con sus propias manos. El tema elegido: la etnia gitana, una parte fundamental de la identidad local.

Un agradecimiento convertido en color

Para Felipe, esta iniciativa es también una forma de devolver todo lo que ha recibido. “En la capital me costaba conocer gente, pero en este pueblo siento que me han acogido con los brazos abiertos. Me nace devolvérselo”, dice con sinceridad.

Y eso está haciendo: aportando arte, color, energía y futuro a un lugar que se resiste al abandono. Porque a veces, una brocha y una pared son suficientes para cambiarlo todo. Y en La Alquería, ya han abierto la primera de muchas ventanas.

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