“A mí las telenovelas no me las quita nadie, es lo que más me gusta”, afirma tajante Carmen, de 52 años. Mientras, a unos cuantos metros de distancia, Amalia, más joven, disfruta de uno de sus “cuatro o cinco” cigarros diarios en la puerta, aunque confiesa que va a intentar dejarlo “poco a poco”. Visto así, podríamos estar describiendo un típico vecindario de barrio, una sala de profesores o cualquier reunión asociativa. Pero nos encontramos en la Residencia para Discapacitados Gravemente Afectados ‘Francisco Pérez Miras’, en Albox.

Aquí duermen, comen, hacen ejercicio y, en definitiva viven (con todo lo que esta palabra supone para personas con una dependencia avanzada), cerca de 20 usuarios. Muchos son discapacitados gravemente afectados, aunque eso no implica que, como ya ha quedado reflejado, no puedan pasear juntos, salir a la calle a disfrutar del cigarro de después de comer o ver la telenovela.

Aunque no es menos cierto que entre los ‘inquilinos’ de este centro se encuentran quienes no pueden comunicarse oralmente y tienen que hacerlo mediante gestos o guiños, también agradecen el calor humano de sus compañeros y se implican por completo en los trabajos que, para cuidar su salud, deben realizar en la sala de fisioterapia. “La verdad es que no me ha costado adaptarme. Nos levantamos a las ocho y media y vamos a desayunar aunque nunca soy puntual; pero lo comprendo, porque tienen que ayudarme”, explica Amalia, natural de Adra, quien también nos advierte de que “una vez que estoy en la silla, soy totalmente independiente”.

Como en familia

No hace ni un mes (el 3 de enero) desde que este centro único en la provincia abrió sus puertas y ya todos se conocen como si hubieran pasado años. “Somos como una familia”, afirma Amalia, mientras pasea por los pasillos con Manuel, otro usuario que empuja su silla. Elena Ruiz, responsable del centro gestionado por la Asociación de Discapacitados ’El Saliente’, subraya la “rápida adaptación de los usuarios” a estas modernas instalaciones que albergan desde una piscina hasta una enfermería, pasando por un espacio escénico y gimnasio. “Muchas de estas personas y profesionales no vienen de otro centro, por lo que todo es nuevo y se necesita un tiempo. Pero se han adaptado muy bien, algo que me ha sorprendido”, afirma la responsable de una plantilla de alrededor de 20 empleados. Elena cree igual de importante trabajar el físico como lo emocional. “Que salgan, se relacionen, que emocionalmente estén bien... es importante”.

Son las seis de la tarde y cuatro usuarios comparten la sala de fisioterapia. Francisco, amante de los deportes de motor (afición que en el pasado, nos cuenta, le costó más de un susto), aparca su silla de ruedas y comienza a ejercitar sus piernas. Hasta la apertura de esta residencia se encontraba en otra similar en Huelva. La cercanía de las instalaciones albojenses ha posibilitado que sus hermanos puedan visitarle más a menudo, aunque continúa echando algo en falta. “Me gustaba la bicicleta estática, aquí me han dicho que la van a traer, pero todavía no ha venido”, lamenta. Como en cualquier familia que se precie, no todo podía ser perfecto.