El Ayuntamiento ya ha recepcionado el remodelado Mercado Central pero los comerciantes del provisional instalado en la carretera Ronda mantendrán abiertos sus puestos ofertando su mercancia hasta recibir la comunicación oficial. Han mantenido reuniones, se han organizado protestas y han acudido a los tribunales, pero al final, días antes del regreso junto a la avenida Obispo Orberá, quedan sin resolver casi una decena de dramas humanos, de familias de comerciantes con nombres y apellidos que llevan varias vidas ofreciendo sus buenos productos a los almerienses y que ahora, no podrán volver a su lugar de trabajo a continuar con la tradición familias.

Los cambios de precios y de criterio han motivado que en su día, estos comerciantes tomaran una decisión que ahora les condiciona y pueden hacer que les impida volver a su puesto, sin negocio después de decenios.

Encarna Martínez ya está jubilada. En sus piernas hinchadas de varices se intuyen las miles de horas que ha permanecido de pie atendiendo desde que se casara con Antonio Roque “El Aceitunero”, un puesto que el padre de éste abrió en los años veinte.

Por 6.000 euros

Hoy día, ya los arenques ya no son un plato habitual de los hogares almerienses pero su hija Encarni Roque sigue la tercera generación de “aceituneros”. Hace tres años le exigieron 72.000 euros por el puesto, dinero que no podía pagar. Como otros compañeros afectados, no dio la fianza de 6.000 euros, aparte el enorme monto por la reforma y modernización del puesto.

“No era justo hacer esa inversión tan grande después de tantos años. A los pocos meses quise volver y eché escritos al ayuntamiento, pero me dijeron que no. Al final, se quedó en la mitad de la mitad”, afirma Encarni. Su madre doña Encarna recuerda con una sonrisa pero llena de dolor: “cuando era pequeña la ponía a abrir las latas y los turistas les echaban fotos”.

¿Qué fue de Mercasa?

Junto a ella, Juan Camacho también es otro de los comerciantes afectados. “A mi padre le pedían 100.000 euros. El estaba a punto de jubilarse y yo tenía apenas veinte años y me eché atrás, teniendo en cuenta también que era ilegal”, afirma este joven carnicero. Todos apuntan a Mercasa, empresa de la que meses después no supieron nada más. “Yo tengo una concesión administrativa firmada con el Ayuntamiento hasta el año 2032 y tienen que hacer algo. Si la subasta sale deberiamos ser los primeros. Nosotros o esta familia”, añade solidario. Habrá una subasta de varios puestos que han quedado libres.

No quieren que hagan excepciones con ellos, pero consideran que no era lo mismo pagar 6.000 euros de 67.000 que de 20.000. El 17 de mayo del año pasado LA VOZ informaba de que el tribunal contencioso-administrativo número 3, en sentencia del juez Jesús Rivera, daba la razón a aquellos que se negaron a dar esos 6.000 euros de fianza y obligaba al Ayuntamiento a devolver ese dinero. “Se agarran a que en su tiempo no dimos la reserva porque nos parecía injusto. Y el juez nos dio la razón porque obligó a la devolución del dinero”, afirma otro comerciante. “A los verduleros y fruteros nos pedían hasta 35.000 euros y la media se ha quedado en diez mil”, añade este frutero. Otros, como el carnicero González eligieron renunciar con tristeza.

La mayoría de los casi cien comerciantes fueron afectados por aquellas peticiones de dinero iniciales y se vieron obligados a adaptarse. Muchos optaron por reducir el tamaño de sus puestos, o precindir del de los hijos. El amor al comercio, a la plaza y al mercado es el mayor de los avales de estos comerciantes en apuros. “Han sido tres años de ruina en este lugar provisional -afirma doña Encarna-. Pero con todo, hemos aguantado, hicimos caso al alcalde y nos hemos mantenido aqui. Muchos se fueron al centro cerrando sus puestos”. Ella conoció a Roque el Aceitunero en el ya remodelado mercado central y quiere que ahora continúe la saga en ese mismo lugar.