El empresario moderno
El empresario moderno
El sábado por la mañana muy temprano, con los puestos de verduras del mercado aún a medio instalar en Vera, tomaban café con parsimonia Diego Martínez Cano, Miguel Uribe, José Antonio Flores y un cuarto hombre. En una de las bien abastecidas mesas de la Terraza Carmona, con sus servilletas de tres centímetros de grosor, los comensales se desayunaban el futuro de la presidencia de Asempal, la patronal almeriense, a tres días vista del Consejo General. En sotto voce se sabía que Uribe, acosado por los problemas particulares en su empresa y tras dos dos legislatura, no volvería a presentarse a la relección tras ocho años en el despacho que mira al Teatro Cervantes de Almería. Quién podría ser el aspirante a recoger el testigo del comerciante huercalense en estos tiempos turbulentos. El cuarto hombre que tomaba café esa mañana veratense era José (Pepe) Cano García. Estaba en su pueblo natal, donde nació en 1960, el mismo año que vino al mundo Maradona, el mismo que murió el novelista ruso Pastenac. Sus acompañantes lo habían citado sin darle muchos detalles y allí estaba él, en ese templo gastronómico del Levante almeriense: -“Ustedes dirán”, interrogó con impaciencia. -“Queremos que te presentes a presidente de Asempal”, le dijeron casi al unísono sus compañeros de desayuno. De ahí hasta el apoyo unánime en el Consejo del martes y su inmediato viaje de negocios a Barcelona, la semana para él veratense ha sido un tobogán. José Cano puede ser el único aspirante -aunque aún es pronto para decirlo- para suceder a gente como Juan José Moreno, Miguel Santaella, Lorenzo Ruiz Collado o Miguel Uribe. Le ha pillado de sorpresa la propuesta, aunque a esta hora ya se va haciendo el cuerpo. Su historia está ligada a la de hijo de Guardia Civil en su Vera natal con correrías de niño por La Glorieta y por la Plaza Mayor. La democracia y los pantalones de campana le pillaron con 16 años y la cara llena de acné, cuando estudiaba en el Instituto y tuvo la vocación de hacerse ingeniero industrial. Lo consiguió como buen estudiante que era y muy pronto empezó a trabajar en puestos de responsabilidad en la química Deretil de Villaricos. Allí está casi toda su historia profesional, en ese polo industrial almeriense acunado por Sierra Almagrera y mecido por las olas del mar de Ulises. Empezó con funciones de mando medio y llegó a director de fábrica. Tuvo que lidiar durante décadas con uno de los comités de empresa más incansables de la provincia y levantó, por ello, pasiones encontradas. En 2008 dio un golpe de mano y compró la compañía a los holandeses junto a un grupo de socios: una pica en Flandes. Ahora se encuentra ilusionado, este emprendedor moderno y viajado, conocedor del mercado chino, orientando la producción hacia la agroquímica y la cosmética. También participa en Biocarsa, un productor de biocombustible. Es hombre tímido, candidato poco apropiado para llevártelo a bailar la feria de Sevilla, aunque, aseguran sus amigos que en las distancias cortas se crece. Su mujer, Milagros, y sus dos hijos, aún no intuyen lo que se les vendrá encima con el patriarca dedicado también a patronear Asempal. Se le acabará, quizá, la gimnasia de las tardes aunque reservará hueco, seguro, para algún que otro vaso de vino en el Mesón de Cuevas o en la Terraza de la familia Carmona.