La Voz de Almeria

Opinión

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Para el caballerete español, ya mayor de edad y amante de las tradiciones, nada puede haber más sugerente que las fiestas del pueblo con sus nostalgias y sus encuentros familiares. España entera arde en este momento de actos populares. Entre los más significativos de cara al disfrute del pueblo llano, estaría. como dijo aquel escritor francés, la misa, la corrida de toros y la alegría espontánea bajo la verbena. Hubo un tiempo en que nadie o casi nadie discutía la fiesta nacional. Allá para primeros de julio aparecía en la prensa el inevitable articulo de Vincent, en el País, y poco más. Algún erudito a la violeta, ya pasado de moda, recordaba las teorías biológicas del jesuita padre Laburu y pare usted de contar. Pero lo que vivimos ahora no se ha visto nunca. Los mismos críticos taurinos hablan de que falla el ganado y por ello le gente huye de las plazas Viejos y reconocidos defensores de la fiesta parecen avergonzarse hoy de lo que están viendo. ¿ Qué pasa entonces? Para mí algo completamente nuevo : la aparición de una clase social que se opone a la muerte del toro en la plaza. Ya no es solo la suelta de la vaquilla para entretener un par de horas a los mozos de la aldea, sino el nacimiento de una nueva sentimentalidad en el trato de los animales. En Tordesillas vimos a un grupo de ellos protestando contra los que macheteaban a un toro en plena agonía. En otros sitios continuaba la polémica acerca de si la cabra debía ser arrojada por el balcón de la torre. Por aquí por levante parece que los alcaldes oyen algo más las quejas del pueblo soberano en lo que respecta al toro de fuego. Todo ello es consecuencia de la acción organizada de los anti taurinos. En otro tiempo tal contestación era imposible porque nadie se atrevía a discutir una institución tan acreditada de la fiesta, fuente sin duda de la diversión popular. Hay quien dice que los públicos de las ciudades ya no van al campo y por ello no están preparados para entender la vida animal. El problema a mi modo de ver es mucho más hondo. Si desde niños tratáramos al toro y conociéramos mejor su vida en manada probablemente tendríamos más dificultad para encerrarlo en una plaza sometido a las ceremonias “artísticas” que conocemos.


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