La fiesta nacional del odio
“Festejar la muerte de otro ser humano jamás puede ser la fiesta nacional de un grupo de miserables”
La Fundación del Toro de Lidia, organismo que promueve y defiende jurídica y legalmente la tauromaquia, ha anunciado que emprenderá acciones legales contra aquellos que han celebrado en las redes sociales la muerte en el ruedo del torero Víctor Barrio, lanzando mensajes que insultaban y se burlaban de su viuda, una joven periodista que –por cierto- ha dado a toda esta gentuza una lección de templanza y señorío.
La vomitiva y descerebrada reacción de parte de los defensores más radicales del animalismo ha provocado una alarma social tan considerable, que sería muy grave que la Justicia dejara impune la innecesaria exhibición de crueldad de estas presuntas personas. Y tampoco sería mala cosa que los colectivos de animalistas y prohibicionistas empezaran a admitir que el asunto se les ha ido de las manos. Lo que empezó siendo una posición antitaurina que –compartida o no- nacía de criterios del ámbito intelectual, abandonó hace tiempo la posición de la discrepancia respetuosa para infectarse hasta las trancas de una confluencia de posturas radicales, violentas y descacharrantes, englobadas ya dentro del postureo progre. Se ataca a la tauromaquia porque es una tradición que forma parte de una idea de España que desagrada extraordinariamente a esta panda de intolerantes. Y como buenos fanáticos, no entienden más que la prevalencia de su preferencia: como no nos gustan los toros, debemos prohibirlos. Cuanto más progre eres, más autorizado te crees a imponer tu criterio. Por todo eso creo que sería muy recomendable que este asunto cayera en manos de jueces razonables (ojo, que esto lo coge un juez marchoso y lo mismo acaban condenando a la viuda del matador) que entiendan que festejar la muerte de otro ser humano jamás puede ser la fiesta nacional de un grupo de miserables.
NortonInternetSecurityBFNortonInternetSecurityBF