Si uno tuviera superpoderes invocaría ahora mismo la presencia de algún enviado especial llegado del futuro que, como si de un anuncio de lejía se tratase, aclarase todas mis dudas. Y es que supongo que hasta dentro de muchos años no se podrá dar una explicación razonable al interés y atracción que es capaz de despertar entre la gente un grupo político polinómico y nebuloso que, a pesar de sus evidentes carencias y flagrantes contradicciones, parece desatar crecientes apoyos, al menos desde el punto de vista demoscópico. Sin embargo, no puedo dejar de sorprenderme de que haya personas que no reparen en que no se puede incurrir en las mismas malas prácticas fiscales que tanto denuncian, ni en que tampoco pueden ir de campeones de la transparencia al mismo tiempo que ocultan a la prensa datos y contratos. Por ejemplo. También llama la atención que los fascinados por esa formación pasen por alto que resulta profundamente incoherente defender la honestidad como principal valor público mientras se golfea una beca asistencial sin pisar la universidad, o que hagan cantos a la paz mientras contemporizan con bandas asesinas; que expulsen a los alborotadores de sus mítines cuando ellas y ellos se han pasado años reventando e impidiendo los actos de formaciones o personas con las que no están de acuerdo, o que a pesar de pretenderse salvadores de la patria, denoten una severa propensión al ridículo proponiendo (como se ha hecho en Almería) que haya alcaldes y alcaldesas en el mismo mandato, eligiendo candidatos por votación telefónica o haciendo consultas en bares. Eso sin entrar en cuestiones más serias como sus relaciones económicas con países en donde las libertades individuales e incluso la vida de los ciudadanos son consideradas cuestiones irrelevantes de cara al mantenimiento de un estado dictatorial o una teocracia integrista. El tiempo dirá.