MAR DE ALBORÁN
¡…no ha muerto!

Edición especial de LA VOZ por la muerte de Franco
Qué duda cabe que, cuando no alcanzas ni los dos años de edad, no eres consciente de la importancia del momento que vives. Tampoco tienes la capacidad de vislumbrar si tu sociedad es la deseable o no. Pero sí que captas los distintos sentimientos y emociones que emanan de cada persona que se cruza en tu vida. Como niño percibes que, inexorablemente, te transmiten las dificultades, los anhelos, las alegrías y tristezas, la igualdad, la solidaridad, el aislamiento o la apertura al mundo, la lucha por ser uno mismo, la abundancia o la escasez de lo básico para vivir, las ganas de salir del oscurantismo, el miedo a hablar o a callar, …
Hoy, cincuenta años después, aquel niño puede escribir libremente estas y otras líneas, gracias a que la sociedad en la que nació aprovechó la muerte del dictador Francisco Franco para iniciar un nuevo camino en la historia de España mediante la democracia. El filósofo británico del siglo XIX, John Stuart Mill definía democracia como un sistema representativo de gobierno que busca progreso social e individual con la participación ciudadana y la protección de las libertades individuales. Abogaba porque representara la diversidad del pueblo, más allá de las mayorías que pudieran derivar en tiranías de la mayoría, pero siempre como contrapunto de la tiranía del poder. En este sentido, la muerte del dictador favoreció el avance de derechos y libertades con los que hoy contamos.
Por eso, el incomprensible fallo condenatorio del Tribunal Supremo al Fiscal General del Estado, mina la desafección de la gente hacia la Justicia y los contrapuntos tejidos en nuestra democracia, como el periodismo, consiguiendo que, quienes avivan los postulados predemocráticos desde la derecha y desde distintos poderes, puedan gritar medio siglo después: ¡Españoles, Franco no ha muerto!