El PP en la encrucijada: competir o combatir a Vox
"El andaluz es un pueblo sabio que sabe discernir las voces razonables de los ecos airados"

Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, con un cartel de Almería en el congreso que se celebra en Sevilla.
El congreso regional que este domingo cierra el PP andaluz en Sevilla abre un camino complejo por el que deberá transitar sin remedio en los próximos meses y que comienza en un endiablado cruce de caminos en el que habrá que decidir entre competir o combatir a Vox. Cincuenta años después de la muerte de Franco, el PP vuelve a encontrarse en la encrucijada de cómo enfrentarse -o no- con la alargada sombra de los que sienten una indisimulada nostalgia por la dictadura.
El tiempo en el que los populares recogían sin estridencias, el voto de la extrema derecha facilitándoles la comodidad de mayorías estables es ya un escenario irrepetible. El ruido ensordecedor creado por los entornos más radicales de Génova 13, la presión de una brunete mediática instalada en la conspiración permanente de la M30 madrileña y sustentada por un ayusismo que no cesa en su estrategia, disimulada pero real, de impedir que Feijóo consolide su liderazgo, alientan la construcción de una opción neofranquista que, por otro lado, siempre ha estado presente en la sociología de la derecha.
El acoso a Rajoy no solo le vino desde la lógica estratégica que impone estar en la oposición, también desde los sectores del PP madrileño que nunca le vieron como “uno de los nuestros” por ser un político más cercano a la incómoda frialdad de la gestión que a la furia desatada de la ideología. A Feijóo le está sucediendo lo mismo desde que le desembarcaron en Génova. Hay operadores políticos en las listas electorales, los medios de comunicación o la judicatura que quieren tanto a un partido que acaban convirtiéndose en uno de sus principales enemigos. Defienden tanto la pureza de los principios que son capaces de llevarte a la hoguera. Y, como demuestra la historia, nada quema más que una fe ardiente.
El PP andaluz ha transitado desde su llegada a San Telmo por una travesía alejada a babor de los inevitables huracanes de la oposición y evitando, a la par y a estribor, la cercanía a los acantilados de la estridencia madrileña. La hoja de ruta elegida le llevó al puerto soñado de la mayoría absoluta. El PP almeriense también optó por idéntica estrategia y le ha ido muy bien.
El andaluz es un pueblo sabio que sabe discernir las voces razonables de los ecos airados, y que también sabe, bien que sabe, que, aunque la llama tiene el atractivo de la luminosidad efímera del instante, lo que de verdad quema- y construye- es la brasa vertebrada que permanece.
Pero como ninguna travesía puede hacerse eternamente en un mar en calma, los errores propios y el ruido ajeno han abocado a los populares andaluces en una situación de incerteza con la que no contaban. Los análisis demoscópicos no les inquietan con el riesgo de perder el poder, pero sí le acercan a la pérdida de la mayoría absoluta. Una amenaza provocada más por la probable subida de VOX que por el posible y limitado crecimiento del PSOE.
Y es en esta encrucijada en la que el PP tiene que decidir. O compite con VOX en elevar cada día la amenaza del apocalipsis, o combate, desde la inteligencia sosegada, el ruido racista, clasista y machista de sus trompetistas proclamando la hecatombe de la civilización cristiana.
Los populares andaluces tienen que decidir en los meses que quedan hasta las autonómicas del próximo año si continúan por la senda de centralidad dialogante por la que han transitado hasta ahora o caen en la tentación de competir con VOX en el terreno obsceno de poner bajo sospecha permanente a los inmigrantes, negar la violencia de género o ignorar el cambio climático, tres planos en los que la extrema derecha soporta su estrategia populista de captación de votos resumida en el delirio de que, ante problemas complejos, las soluciones son siempre fáciles.
La otra opción es combatir. Pero el combate no tiene que hacerse en campo abierto, un territorio en el que el estruendo de la demagogia encuentra más facilidades que la exposición razonada de los argumentos. Hay formas más inteligentes, más eficaces de combatir.
El tiempo desvelará que camino toma. Pero apuesto diez contra uno a que el viento airado de Madrid no va a cambiar la hoja de ruta de Juanma Moreno. Ni el PP de Andalucía ni, por supuesto el PP de Almería se puede permitir caer en ese tremendo error.