La Voz de Almeria

Opinión

Alcaldesa Dora

Relato de la primera mujer con vara de mando municipal en la historia de la provincia de Almería después de 146 años

Adoración Antolín, de 72 años, en su intervención en la entrega del Premio Colombine.

Adoración Antolín, de 72 años, en su intervención en la entrega del Premio Colombine.

Manuel León
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No fue Dora la Exploradora, pero casi; exploró un nuevo mundo: el de la mujer en la política, en la pequeña política de un pueblo del montón como podía ser la Uleila de entonces en los años 70. Fue, por eso, Adoración Antolín Sorroche, la primera alcaldesa en la provincia de Almería desde que El Marqués de Heredia y el Conde de Torremarín la fundaran en los tiempos en los que se gastaba paletó; fue una aventurera, una excursionista que entró en un Ayuntamiento como un potro entraría en una cristalería. Nació en 1953, hija de un minero emigrante, cuando ya habían pasado los tiempos del hambre, aunque España y Almería seguían teniendo hambre. Otro tipo de hambre, de nuevos vientos de cambio, que no era la del chusco de pan negro y el boniato. Se casó pronto y cuando estaba embarazada, con 26 años, dijo que quería hacer cosas por su pueblo, sin saber de qué iba aquello de la política, de la democracia recién estrenada. Ramón Ponce la ojeó y la fichó para UCD, cuando el Centro lo era todo y en poco tiempo pasó a ser nada. Y salió investida una primavera del 79 como alcaldesa. Y tuvo que pedir perdón, por si aquello era impropio, mientras a su marido en el bar le dejaban caer que cómo había tenido valor de dejar a su mujer ser alcaldesa, cuando la mujer no podía ni comprar una lavadora sin permiso de su esposo. Pero pronto cambió, Dora, con la autoridad recién ganada en las urnas: empezó a asfaltar calles y a abrir pozos de agua buena con ayudas del PER o del Iryda o de quien hiciera falta; y empezó a poner papeleras, las primeras papeleras de Uleila; y el alcantarillado que eliminó los pozos negros, y el teléfono, cuando solo había uno para todo el vecindario, y todo aquello que nos parece ahora que era más del siglo XIX que del XX. Era un estreno continuo Porque Dora ya era Dora, a los pocos meses, un torbellino, la Soledad Becerril de Uleila. “La Margaret Thatcher, me decían a escondidas”, confesaba esta semana en el micrófono de ACL Radio.

Dora, la osada Dora, ha sido como una protagonista del Cuéntame a la almeriense. Pasando de la falda tableada al pantalón, de la cola de caballo al pelo a lo garçon. Fue elegida democráticamente, la primera mujer en conseguirlo, en un tiempo en el que nadie quería ser concejal en los pueblos porque no se cobraba ni un duro, aunque nos parezca tan inverosímil ahora. Dora, bajo el Cerro de Monteagud, hizo todo eso: pasar de la Uleila del Neolítico a la Uleila contemporánea, con mucha ayuda, claro, con gente ilusionada como ella en dejar atrás la época del Teleclub y de la Sección Femenina.

Hubo alguna más como ella en la provincia, desde el principio de aquellos tiempos democráticos del 79: Carmen Amate, primera alcaldesa de Pechina y María Villapando, alcaldesa de Senés. Pero ninguna vive ya para contarlo. Poco a poco las mujeres fueron asumiendo varas de mando en los consistorios y, afortunadamente, cada vez más, empezando por la propia capital, donde su alcaldesa conoce de familia lo que es ser una pionera, y por otros ayuntamientos que han sido presididos o presiden mujeres como Garrucha, Los Gallardos, Huércal-Overa, Pulpí, Albox, Níjar, Huércal de Almería, Gádor, Adra, Laujar, Mojácar, Balanegra, Cantoria o Beires, entre otros. Las dos grandes urbes, el Ejido y Roquetas, tienen aún esa asignatura pendiente.

Esta semana dos reporteras, Maribel Mata y Nieves Fernández que se adentraron en ese relato de algunas de las primeras mujeres alcaldesas en Andalucía, han recibido el Premio Colombine que concede la Asociación de la Prensa de Almería. Y allí estaba Dora, en ese acto de reconocimiento, contestando con naturalidad a los hitos de su hazaña, con los mismos ojos vivarachos que hace más de 40 años cuando, como la dama de hierro británica, tenía que poner firme a algún colaborador en la Corporación.

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