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Opinión

Escarcha que empobrece

Escarcha que empobrece

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Las cebollas egipcias, por su dulzor, se comían crudas acompañadas con pan por quienes construyeron las grandiosas pirámides, un complemento energético para el largo día. Así, tradicionalmente ha sido un alimento socorrido para aliviar el hambre de los más desfavorecidos, dando lugar al dicho ‘contigo, pan y cebolla’, aludiendo al sacrificio del bienestar por el amor.


En la actualidad, es el proletariado quien sigue perdiendo bienestar pero ¿por amor a quién? ¿a quienes siempre tuvieron riqueza? ¿por amor a corruptos aprovechados del bien común? ¿o por amor a los cobardes que se acomodan en lo fácil y no luchan por aquello que, dicen, son sus ideales?


Por amor a su sentida patria, hay quienes prefieren comer solo pan y cebolla al poner en riesgo la estabilidad económica de unos y otros en su empecinamiento; falta una gran dosis de generosidad y de ideas acompañadas de estructuras políticas que desbloqueé esta situación. Aquel bulbo, colocado en mesas de ofrendas a los difuntos ricos del país del Nilo, representaba la vida eterna, pues su olor estimula la respiración de difuntos y las lágrimas de sus dolientes, lágrimas que han vuelto estos días a los ojos de las víctimas del terrorismo, pero los demócratas no podemos sino aceptar las reglas del juego como fortaleza para combatir esta lacra, y el partido del gobierno no puede ser ajeno a ello.


Pan y cebolla, son muchas las familias que, como la de Miguel Hernández cuando estaba encarcelado, comen esto y poco más. “La cebolla es escarcha/cerrada y pobre…”, que escribía Hernández, como pobres son el 26% de niños en riesgo de exclusión social en España, por eso es insultante escuchar “cuán grande va a ser la recuperación económica” o que “ya hemos salido de la recesión”, menuda escarcha política que empobrece la vegetación sobre la que se posa.


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