Todos quieren estar en las inauguraciones
Todos quieren estar en las inauguraciones
No lo puedo remediar, soy de letras. Cada vez que oigo hablar de inauguraciones, me acuerdo de aquel famoso cuento de Juan Rulfo donde un gobernador visita por primera vez los pueblos de su provincia después de siglos de olvido y abandono. Es el Méjico del universo subreal de “Juan Páramo”. Los quinientos vecinos del poblado juntan sus dineros para hacerle al gobernador el más sonado recibimiento.
Para esta gente la presencia visible del poder político es como si fuera la encarnación de Dios. A mediodía llega al poblado el gobernador con su séquito de secretarios, guardias de seguridad, plumillas oficiales y demás asistentes. Lo primero que hacen todos es comer porque el discurso inaugural se reserva para las cuatro de la tarde. A los postres, bajo los vapores del vino y el humo del puro, el gobernador llama a su secretario para que anuncie que el acto va a comenzar en la Plaza de su propio nombre. ¿Ustedes creen que el discurso será un saludo cariñoso a los vecinos desconocidos? Nada de eso. Es una enorme filípica culpándoles de vagos y de no haber dado golpe por traer al pueblo el agua, la electricidad, o por crear la casa del médico y el maestro. El gobernador grita tanto en su reprimenda que se va quedando sin voz. Una mujer le sube un tazón de caldo de gallina para que se alivie . A esas altura, todo el auditorio está llorando y dándose golpes de pecho por lo malos que habían sido. El gobernador sudoroso y como recriminando todavía al pueblo por imbécil coge su coche y se pierde entre el polvo del camino.
Están dando mucho que hablar esos catorce politicos granadinos que han inaugurado un parterre. Aquí en Almería se matan por hacerse visibles. Como algunos son muy pequeños de estatura se cuelan como pueden por las hendiduras que dejan los ministros o delegados del Gobierno. No es raro ver al alcalde en una concentración de bolilleras. Solo falta el pie de foto que diga: “he aquí una demostración de cómo el partido se preocupa por representantes del arte tradicional”. Recuerdo que el túnel de Aguadulce lo inauguraron tres veces, cuando lo terminaron, cuando asistieron las autoridades y cuando presentaron a senador a José María Artero.