Los restos del naufragio morcillero
Los restos del naufragio morcillero
Los servicios municipales de limpieza recogieron -en apenas unas horas- más de de 48 toneladas de basura repartidas por las playas de Almería capital tras la celebración de la pasada noche de San Juan.
Si de cualquier noticia podemos extraer diferentes lecturas, creo que no hace falta acudir a los apuntes de Teoría de la Información para comprender que el volumen de lo recogido ofrece dos conclusiones: la primera es que los basureros son unos fenómenos. La segunda, y más penosa, es que somos muy guarros.
Quiero fijarme en este aspecto concreto porque he de añadir el dato (siempre la enriquecedora precisión de la cifra) que los mencionados servicios de limpieza cifran en quince las toneladas de residuos procedentes de las hogueras (cenizas, tablas y elementos combustibles) lo cual deja varado en el rompeolas informativo este esclarecedor dato: las treinta y tres toneladas de basura restantes las dejaron en las playas los alegres barbacoístas. ¿Es usted uno de ellos? Pues ya le vale, caramba.
Y como no todo acabó en los contenedores y papeleras, habremos de reconocer con bochorno que buena parte de la basura quedó sobre la arena, igual que quedó escrito el nombre de María Isabel, la de tu sombrero póntelo.
Este hecho refleja bien el peso de uno de los problemas que tiene Almería y que por lo visto no puede ser atajado o reconducido por administración alguna: en pleno siglo XXI seguimos sin tener una conciencia colectiva de urbanidad y todavía hay mucha gente (gentuza, en su sentido clásico) que va tirando las cosas allá donde le place, sin que exista en su configuración cerebral espacio para pensar en recoger los restos de su morcillada.
Y así nos va.