Andalucía, una comunidad en un islote
Andalucía, una comunidad en un islote
Sabíamos que el Gobierno de Andalucía, dirigido por el bipartito PSOE –IU, sería como un islote en medio de mar. Yo he vivido en un Peñón y allí la vida se hace tediosa en tanto va contando uno los días que le faltan para marcharse.
Pero de ordinario las olas furiosas golpean contra el acamtilado y no es raro que el barco delos víveres también se retrase más de la cuenta.
Así es hoy la autonomúa andaluza, cercada por el PP en el poder. Oyendo a Floriano contar los complós que hostigan a su partido por los sobresueldos y otras anomalías contables, dan ganas de darle una liimosna de ánimo. Pobrecillos, nunca tienen un juez, un fiscal, o un abogado del Estado que llevarse a la boca para defenderse de las insidias calumniosas.
Esto no se hace con gente tan de orden cuya conducta impecable nunca podemos poner en duda. Sin embargo, contra lo que ocurre en Valencia y en Galicia y Castellón y en Alicante y Orihuela y en muchos ayuntamiento regidos por alcalde del PP, el mal, el auténtico mal reside en Andalucía. De ahí el afán de la derecha por tomar el islote. Hay un principio que quita el sueño a los estrategas de Génova. Y es saber si los andaluces volverán a votar a la izquierda jornalera y descamisada después del paraíso neoliberal propuesto por Rajoy. Por las trazas, parece que el triunfo de Griñán-Valderas podría repetirse, ¡y hasta ahí podemos llegar!
Pero los enemigos del islote no solo son españoles. Coadyuda también con mando a distancia la derecha europea con sus serias advertencias. Bruselas está hoy pidiendo explicaciones por la ley andaluza antidesahucios. Les parece que la Junta se carga todo el sistema montado. Os estáis pasando, incordiantes de la malhadada izquierda; habéis ido demasiado lejos en favor de las rentas del trabajo y eso puede tener efectos negativos en el mercado financiero e inmobiliario.
Quien avisa no es traidor. En adelante, las gentes que luchan por los deshucios entre los llantos de los que se van a la puta calle, tendrán que sopesar el aviso de Bruselas y es que elevan la incerdidumbre en el mercado de la vivienda.