La Voz de Almeria

Opinión

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Cuesta creer que haya gente que vea mal el plan para  alimentar mejor a niños pobres y desfavorecidos. Por mucha demagogia que quiera hacer la Junta ¿no quedará un rincón de comprensión en el alma de los cristianos viejos que mire con buenos ojos un acto humanitario? Los supervivientes del inolvidable Auxilio Social de la posguerra o de la leche americana en la España   de las Bases deberían estar ya entrenados para emergencias de este estilo. Pero no, conviene que no triunfe la izquierda en Andalucía porque  eso podría poner patas arriba las políticas del recorte y de la contención del déficit como condición imprescindible para mantener el sistema. El Gobierno andaluz ha comenzado a aplicar su plan de solidaridad en los colegios ubicados en zonas de transformación social. Al desayuno y la merienda, ya implantados, seguirá muy pronto, probablemente en otoño, el sistema de las tres comidas. Según afirman los encargados de llevar a cabo los servicios, se ha procurado la mayor discreción en el reparto de alimentos así como en la selección del alumnado. Nada que ver con aquel viejo elitismo estigmatizador de la España franquista donde unos alumnos entraban por la puerta principal del colegio y otros lo  hacían por la de servicio. Hipócritamente el problema ha tomado otros vuelos en boca de la oposición conservadora. “El bipartito, dice José Luis Sanz, secretario general del PP andaluz, se tendría que preocupar por general empleo no por medidas limosna”. Se agradece el consejo del PP oficial, pero cuando el Gobierno central tampoco crea empleo por  más que todos los días nos digan que  hemos salido de la crisis, cuando aumentan los excluidos y hay peligro de una nueva recesión, no vamos a dejar a los niños que se vayan por el sumidero con el agua sucia de la bañera. La izquierda da la impresión que esta más acostumbrada a estas urgencias, aunque no falten críticos que solucionan el hambre del sur a cañonazos.


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