Alegórica
Alegórica
En un célebre cuento de Juan Rulfo se aborda el México que dejara el PRI caracterizado por un inmovilismo casi geológico donde el poder político vivía largo tiempo alejado del pueblo.
El atraso, la incultura y el hambre favorecían el eterno hundimiento del administrado para quien todavía el poder tenía origen divino. De ahí su rendida adoración, pese a todo. El escritor cuenta la visita del Gobernador a un pequeño villorrio. Los vecinos se esfuerzan por prepararle a la primera autoridad el más grande homenaje posible para lo cual juntan sus escasos ahorros y llenan de guirnaldas la plaza del pueblo.
El Gobernador se dejó caer en el día de la fecha acompañado con todo su cortejo de burócratas familiares, guardias de seguridad, guardaespaldas, algún juez que otro, algún obispo y no pocos militares. Lo primero que hicieron antes de los discursos fue comer. Terminado el banquete con el añadido del café, copa y puro, se levanta el Gobernador y comienza a despotricar contra los vecinos acusándoles de gandules, tontos del culo, y faltos se iniciativa.
La frase más original fue aquella donde se ponía de relieve haber vivido por encima de sus posibilidades en un pedregal que no tenía posibilidad alguna. Así que se echaron todos a llorar compungidos y a darse golpes de pecho reconociendo que era Dios quien hablaba por boca de la autoridad. Como el gobernador gritara como un charlatán de mercadillo, hasta hubo quien le trajo un tarro de miel para la garganta. Peligraba que Dios también se quedara afónico. Así terminó aquella visita, la mas grande que vivieron los siglos en la cortijada.