Pensiones
Pensiones
Cuando Mariano Rajoy decía que no iba a tocar las pensiones, los jubilados se sentían como seres privilegiados de otro mundo adonde no llegaba ni la Merkel ni el invisible ajuste. Así vivía el jubilata español libre y exonerado de las inclemencias del tiempo. Habían trabajado durante toda la vida para asegurarse un médico, una enfermera en la parálisis previa de la dependencia y, sobre todo, un dinerillo para el sustento diario. Este bienestar casi póstumo se fundaba en la ley de la reciprocidad solidaria. Claro, todo esto mientras duraba la propaganda electoralista del presidente del Gobierno. Pero una madrugada, ya estando Rajoy en la Moncloa, se le apareció el ajuste en carne mortal. Y le dijo. "Oye, Mariano, ¿tú estás en tus cabales? ¿Cómo vas a cuadrar las cuentas de la prima de riesgo si estás dejando a los viejos que campen por sus respetos? Gastan mucho en medicinas y viajan demasiado viendo cosas que no pudieron ver cuando fueron jóvenes. Mano dura, Mariano, y reforma que te crió. En general los jubilados no aceptan el largo me lo fiáis del PP que dice que con las reformas algún día vendrá el Estado del Bienestar otra vez. Pero esto no se compadece con la realidad porque cada día que pasa se ponen peor las cosas. Tal vez a los jóvenes, (del PP se entiende) se les pueda aún entusiasmar. Pero ¿qué pueden esperar los viejos si les quedan cuatro días? Cuando se cumpla la promesa de Rajoy estarán criando malvas. Alguien aconseja al PP que cargue la mano en las grandes fortunas, pero desde el Consejo de Ministros vienen gestos de displicencia como diciendo: "Pero, tío, ¿cómo vamos a quitarle a los ricos cuando hicimos la guerra civil para devolverles sus millones? No, esto queda muy revolucionario, nosotros solo somos reformistas". Así que vino el copago y la subida del 1% en las pensiones para pocos días después volver a cobrarnos mucho más.