La Voz de Almeria

Opinión

Jose Fernández
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En estos días de continua campaña, el tiempo parece verse sujeto a los principios de una espesa termodinámica electoral en donde las ocurrencias y los ataques no se destruyen, sino que simplemente se transforman. En ese ambiente tenso, sorprende que vuelva a agitarse el valor negativo de la mentira política como elemento de desgaste del rival. Y sobre todo, que sea la prensa la que muestre su indignación ante declaraciones que constituyen, previsiblemente, nuevos engaños electorales. Piensen que los dos ámbitos en donde la mentira tiene menor recorrido y aún menor repercusión son, precisamente, la política y la prensa. Así que no se acaba de entender bien el ruido que se levanta en torno a la promesa del candidato Sánchez de que no habrá independencia en Cataluña bajo su eventual gobierno o la afirmación del candidato Rivera de que sus votos no harán nunca presidente a Sánchez. Cualquiera que tenga sus niveles cognoscitivos en unos términos razonables sabe que Sánchez lleva encadenando trolas desde el instante mismo de su investidura, cuando anunció que no pactaría con independentistas y que convocaría inmediatamente elecciones, pasando por el episodio de su tesis falsa y otros hechos derivados de su inabarcable megalomanía y su adicción al oropel del cargo. ¿Merece la pena discutir que quien llegó a dar por buena la figura de un “relator” para abordar la cuestión catalana es un peligro real para la unidad de España? Pues lo mismo cabría decir a quienes den por cierta la afirmación del líder de Ciudadanos de que sus votos no harán nunca presidente a Sánchez. Evidentemente, si los números de PSOE y CS suman, el pasajero del Falcon seguirá volando alto porque Rivera podrá desdecirse de su promesa -no le falta experiencia- aduciendo el interés nacional de evitar que Sánchez vuelva a pactar con la purria independista y bilduetarra. Así que no hay que escandalizarse tanto. Basta recordar la trayectoria de unos y otros y votar en consecuencia.

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