Sin alma
Sin alma
Una de las citas clásicas del calendario periodístico almeriense consiste en la exégesis presupuestaria de cada año. Los gobiernos que presentan la cantidad presupuestada la desglosan con la misma untuosidad y gozo del que va cortando finas lonchas de un jamón de Jabugo: tantos millones para esto -ohhhhhh que bueno-, tantos millones para lo otro -mmmm, qué rico-. Por otro lado, los grupos en la oposición analizan esa misma cifra pero sólo encuentran en ella motivos para la náusea y el agravio. Mi reflexión se explica, probablemente, en haber sido alumno de letras y haber prestado más atención, por regla general, a las palabras antes que a los números. En todo caso creo que no hay pieza más aburrida (por predecible) que las diferentes informaciones sobre el Presupuesto General del Estado.
Por ello quiero agradecer la aportación que, a la rica paleta de colores del descontento que suele emplear la oposición en estos casos, ha hecho la número dos del PSOE, Elena Valenciano, que a la hora de la consabida crítica al Gobierno ha dicho que Rajoy “ha presentado unos presupuestos sin alma”. Caramba, qué buen detalle. ¿Es que tienen alma los presupuestos? ¿Dónde incorporan las cuentas del Estado su principio vital o su esencia interna? Si la señora Valenciano se pronuncia así, es de suponer que es porque los presupuestos que presentaba antes el señor Zapatero sí tenían alma, corazón y hasta vida propia. Lo que no tenían era dinero, pero eso son asuntos vulgares y materiales que no deben interferir con cuestiones filosóficas de hondo calado, que como todo el mundo sabe, es justo lo que espera y necesita ahora España.