La Voz de Almeria

Opinión

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Al adentrarte en la historia de cualquier pueblo, encuentras una constante, la memoria colectiva de celebraciones, creencias y tradiciones, que constituyen la esencia de dicho pueblo y lo dota de identidad, pues emana de la memoria colectiva de manera grata, propiciando momentos de desinhibición, de compartir la cultura con propios y extraños, situaciones para acoger, conocer y reconocernos, igual que acogieron nuestros ancestros a una talla morenita como patrona de la ciudad (que “Como era pequeñita, prefirió concha de nácar”, dice la coplilla del maestro M. del Águila), y paradójicamente muchos se ofuscan cuando vienen a nuestras costas otros de carne y hueso buscando vivir.

Cualquier pueblo que pierde la fortaleza de sus rituales, y el festejo  lo es, carece de pasado, presente y, lo que es peor, de futuro. Celebrar implica compartir recuerdos, alegría, esperanza, vitalidad,…, y esto lo está perdiendo Almería. A la Feria le han robado la identidad; es insípida, parcheada, desprovista de esencia local, alejada de los barrios, con feria del medio día que favorece a los grandes y castiga a los pequeños hosteleros,… La Feria no se vive, se sufre, no ya por el derroche incómodo de agua en los hinchables del Paseo, ni por los decibelios del ferial, también por el precio del bus (para fomentarlo, no debería ser más sino menos caro que de costumbre), o el coste de las atracciones y de la comida en las testimoniales casetas tradicionales que han quedado, por las altas tasas inaccesibles para los colectivos.

La Feria se diseña en el despacho del concejal de turno, sin participación ciudadana, alejada de la gente, reuniendo a la Comisión de feria una vez en todo el año para detallar lo ya diseñado y que ni siquiera se cumple después.

Dice la sabiduría popular que “Los necios hacen la fiesta y los listos la celebran”, pues tratemos de celebrar hoy lo mejor posible y dejemos a los necios que hagan la fiesta hasta que los echemos en unos meses.

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