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En el recién premiado internacionalmente artículo de la periodista almeriense Mar Abad, Premio Colombine, se pregunta: ¿Es la calle un lugar diseñado y gobernado por hombres? Efectivamente lo son porque no se piensa que los espacios públicos sean seguros y amables con los cuidados, además de que las mujeres siempre andamos en alerta para evitar cualquier sobresalto o agresión en cualquier calle, iluminada o no. Las ciudades hay que hacerlas más feministas, justas y equitativas. El Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, habla de la importancia de implementar medidas encaminadas a pensar el urbanismo de las ciudades con perspectiva de género: "La falta de seguridad y movilidad es un serio obstáculo para alcanzar la igualdad de género en la ciudad, en la medida que limita el derecho de las personas a participar plena y libremente como ciudadanos en sus comunidades".

Las ciudades tienen que fomentar las zonas de encuentro y de sociabilización, porque las ciudades no sólo son lugares de tránsito, de ir del trabajo a casa y viceversa. Ciudades para llevar a la infancia al parque a jugar, acompañar a nuestros mayores al médico, etc. Barrios de cercanía para habitar, para ir -por ejemplo- a comprar el pan. En cambio, las ciudades se diseñan lejanas, en residenciales, trabajo, centros comerciales, centros sanitarios, etc. y para desplazarse en lo cotidiano hay que utilizar el vehículo privado: unir estos espacios es siempre complejo. Así que la concepción de la ciudad se hace priorizando el coche, creando lugares de tránsito y de no encuentro, haciendo que las ciudades no sean sostenibles ni que cumplan las necesidades de las personas. Este concepto urbanista incorpora una visión intergeneracional y diversa. Se tiene en cuenta las necesidades los niños y las niñas, personas mayores, o con diversidad funcional, valorando la edad, la raza, e incluso la orientación sexual. Con esta visión se rompe la dicotomía entre lo público, donde se realiza el trabajo productivo, y lo privado, donde se hace el trabajo reproductivo o también llamados trabajos de cuidados, tradicionalmente asociados a las mujeres. Los espacios urbanos tienen que poner en el centro del diseño los cuidados y la sociabilización, para que se fomente que toda la comunidad, incluidos los hombres, participen. El diseño de las ciudades no tiene en cuenta las diferentes fases de la vida. Por ejemplo, las personas mayores necesitan, aproximadamente, un banco cada 200 metros, ni tienen en cuenta que en algún momento de nuestras vidas seremos dependientes (infancia, mayores, enfermedad, accidente, etc.). Ni piensa que se diseñen lugares no seguros. El Informe de Impacto de Género sobre los presupuestos del 2017 valora positivamente la mejora del alumbrado o el refuerzo del transporte público a lugares de difícil acceso. La elección de una farola, por tanto, también es política. No se pueden pensar los proyectos de ciudad a modo cortoplacista, en el ciclo político de cuatro años, porque los proyectos nacen de la ciudad.

Escribe Mar Abad, compañera de la Fundación Carmen de Burgos ‘Colombine’, en su artículo premiado “Flâneuse”: “las mujeres tienen que conquistar las ciudades: Hay tantos letreros, tanto ruido, tal velocidad que no vemos las ideas que gobiernan las plazas y las avenidas. La calle es, desde hace siglos, un lugar para hombres”. La ciudad no pertenece a las mujeres mientras que tengamos que andar en guardia y con miedo para evitar a que nos agredan en la calle.

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