La Voz de Almeria

Opinión

Jose Fernández
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Cada tiempo es víctima de sus propios dogmatismos, de sus creencias compartidas y de los mecanismos colectivos de otorgación de la solidez y credibilidad necesarias para su vigencia. En la antigua Roma, la proclamación de los cónsules o la ubicación de los templos podía depender del tamaño del hígado de un ganso despanzurrado por un arúspice, del mismo modo que ahora hay quien desea que algunas decisiones sean adoptadas en función del número de “likes” recibidos en las redes sociales. Es el mucho más limpio signo de los tiempos. Apunto esta idea para situar el creciente papel de oráculo universal que están cobrando los “tuiters” y los “feisbus”, convertidos así en referencias prescriptoras en todos los ámbitos de nuestras vidas. Si lo dicen las redes, así es como deberemos hacerlo. Y aunque hace algunos años lo pudiera parecer, ya no es tan descabellado comprobar que la expresión “es que lo he visto en las redes” haya alcanzado un valor equivalente al de las voces autorizadas y prestigiadas por sus méritos profesionales o académicos. Así están las cosas. Nos tenemos que acostumbrar a vivir en una sociedad en la que, para muchos, si algo aparece en las redes, ese algo es una verdad indiscutida e indiscutible. Y si ese algo viene refrendado además por un número considerable de respaldos, es ya un mandato imperativo de inexcusable incumplimiento por parte de las autoridades porque, como dicen los más entregados, no se puede “dar la espalda al pueblo”. Y no sólo eso: hacer algo diferente al inmediato acatamiento del criterio será considerado como una traición directa merecedora de la más severa de las condenas.  Y no digo que la gente no pueda o no deba expresarse libremente donde quiera, pero quizás sería conveniente reflexionar acerca del destino final de una sociedad precipitada en una constante consulta por todo y para todo. El golpe de click es de esos que no deja moratón, pero causa fractura.

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