El descanso hay que trabajarlo
`Hace unos días me encontré en Marbella con Cospedal, ministra de Defensa y no sé cuantas cosas más`
Nunca he entendido a quienes se van de vacaciones y no paran de correr, de cruzar ríos y montañas o de sumergirse en lugares donde las colas son kilométricas para tomarte una simple hamburguesa. Quizá porque para mí el descanso es otra cosa, es hacer aquello que el trabajo y las obligaciones familiares no te permiten dedicarle el tiempo preciso que se necesita para mirar detenidamente a las musarañas. Por ejemplo, ¿acaso hay mayor placer que tumbarte en la arena o en la hamaca de la playa con un buen libro, darte un chapuzón de vez en cuando, comer un pescaíto o una langosta si tu economía te lo permite, olvidándote de que las horas pasan irremediablemente?. Creo sinceramente que no, por eso soy partidaria de dejar las preocupaciones laborales o de cualquier otro tipo para la vuelta del verano.
Desconectar de las inclemencias de lo cotidiano requiere tiempo y ganas, muchas ganas quizá porque, acostumbrados como estamos a circular por la autopista de la vida a 250 por hora, nos cuesta trabajo reducir el nivel de estrés y por supuesto de velocidad.
Hace unos días me encontré en el centro comercial de Guadalmina en Marbella, con Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, secretaria general del PP y no sé cuantas cosas más. Le pregunté si venía dispuesta a desconectar del mundo, me dijo que sí, lo necesitaba. La comprendí divinamente porque hay un momento que no hacer nada se convierte en lo prioritario. Me la volví a encontrar de nuevo unos días después en el restaurante El Ancla, de donde es asidua, y ya tenía otra cara, más relajada, más en sintonía con el ambiente. También andan por allí del Bosque, preocupado por el futuro inmediato de su buen amigo Villar, y José María Aznar, que según me comentan ha cambiado mucho, en el sentido de que está más simpático, más atento con quienes se acercan a saludarle, pero igual de activo que siempre lo que le permite mantener un tono muscular que es la envidia de todos aquellos que se matan corriendo y no consiguen eliminar la tripita.
Para mí el mejor ejercicio es tirarme a la bartola en el sofá de mi casa y darle al mando de la tele hasta encontrar un programa, una serie que me atrape.