Florencio Garrido Ajenjo - ex jugador del real madrid y entrenador
Se ha marchado el peón de brega de Juanito y Cruyff
Tony Fernández

Esta mañana ha sonado mi teléfono. Era Vicente Artero, y antes de hablar sabía para qué llamaba. Sabía que habías muerto. Será esa conexión del alma en la que tú siempre has creído y al final te voy a dar la razón. Sé que he sido de los primeros en enterarme. “Pijindo, que me muero”, esa sería tu frase porque hasta de la muerte nos hemos reído en los viejos tiempos. Nunca he sabido, Pijindo, Floro, cómo pude hacer amistad contigo. Te dije cuando nos presentaron que yo en el ramo de los entrenadores no quiero amistades pero... Tú has sido mi excepción. Recuerdo la primera entrevista. Tu cara de sorpresa al ver el campo de Las Nieves y tú falta de conexión con la gente del mármol a la que te enseñé a amar y comprender. Es curioso, Floro, el mote de Pijindo te lo puse yo y me lo decías tú. Era en honor de un señor de Albox al que conocí y admiré. Estoy triste, Pijindo. Sé tantas cosas de tu vida que no sé por donde empezar. Me falta espacio en la página para dar cabida a ese corazón tan grande, capaz de enamorarse sin medir tiempo y condición. Me enseñaste eso de la nobleza castellana y todo lo que sé del buen vino: menos a beberlo como tú lo hacías, Pijindo. La gente del fútbol estaba hablando en tu velatorio de los pases de gol a Juanito en el Burgos, de tu etapa con Cruyff en el Levante y de tu fútbol ofensivo como entrenador. Hasta de la sana amistad con Salustiano Polo al que queríamos los dos tanto. ¿Te acuerdas de que en su entierro estuviste hablando con su hermano José Miguel? Espera, espera, ahora lo cuento. No me dejas Pijindo. Tranquilo, que no pienso poner nada de mujeres. Hay que ser serios en los obituarios. Esto no es la ‘Música de Caramelo’ que tanto te gustaba a la hora de la siesta en el Hotel La Tejera. Vamos a poner orden, seamos serios. Lo que tú quieres que cuente es que naciste en Quintanar de la Orden, pueblecito de Toledo. Que tu padre era ferroviario y no vivió para ver cómo Franco te daba su Copa con Doña Carmen Polo a su lado. Y quieres que diga que te mandaron interno, porque tu madre no podía tirar de los tres hermanos. Y que vivías en Vallecas, en esa casa donde diste cobijo a Salustiano Polo cuando llegó de Almería. Espera Floro, que tenemos que poner algo de las mujeres. Tuviste muchas novias, pero yo sé que amaste con el alma solo a una. La madre de tus dos hijos. La vida te hizo ¿afortunado en amores? Pero no supiste administrar el dinero que te dio el fútbol y fueron esos mal llamados amores los que se lo comieron todo. Mira que te regañaba cada vez que me anunciabas un amor. Siempre te adelantaba el final de la película. Y eso que nos llevamos seis años a tu favor. Tú siempre al ataque, Pijindo. Eras de semblante triste pero no me he reído jamás con nadie tanto como contigo. Apareces en tantos momentos de mi vida que no me has dejado espacio para recordarlo y tenemos que terminar bien porque esto lo va a leer mucha gente. Ya voy, Pijindo, ya voy. Los dos sabemos como se termina este obituario. Tú siempre tan agradecido. Se trata de agradecer al fútbol de Almería y a las gentes del mármol lo que te ayudaron. A tu Juan Melero con el que comíamos en el Rincón de Pedro en Albox y a tu inseparable Vicente Artero, tu paño de lágrimas al que entregabas todas tus penas. Vale, pero déjame decir algo más. He creído en tu fútbol, he confiado en tí como persona, pero he pasado un miedo mientras te echaban las cartas que no te lo puedes imaginar. Mira que te gustaba ir por delante en la vida. Y todas te decían lo mismo: “Pones más que recibes”. Quiero terminar, Pijindo, con una frase muy tuya cuando te decía... ‘Adiós Florito, que te quiero’ y me respondías: “Igual muerte”. P.D.: No he llorado mientras escribía porque estoy seguro de que volveremos a reír juntos.