Diario de una cuarentena (XXIII): Muevo vasos con la mente

La ropa tendida nos delata durante el confinamiento.
La ropa tendida nos delata durante el confinamiento. Antonio Jesús García
Marta Rodríguez
07:00 • 17 abr. 2020

La ropa tendida nos delata. Hemos cambiado los vaqueros por los leggins, las camisas blancas por las sudaderas, las medias sexis por los calcetines térmicos. Tengo una conocida que ha creído ver colgados en su barrio más manteles de cuadros de la cuenta y ha desarrollado toda una teoría sobre la sobremesa. Es bonito pensar que esta cuarentena ha vuelto a sentar en el comedor a familias enteras. Me gusta imaginar que han dejado de comprar ensaladas artificiales que engullen en cinco minutos en el trabajo y ahora cocinan a fuego lento en la olla reservada para los domingos. De postre, comentan la jugada: la curva que no termina de bajar, la manía tan fea que tienen los políticos españoles de echarse los muertos a la cara o el vídeo tonto sobre cómo será la próxima Feria de Almería en la que una chica vestida de gitanilla da vueltas sobre sí misma mientras otra bebe vino dulce y come barquillos.




Mis redes sociales están llenas de fotos de gente A. C. (antes de la cuarentena). Se ven en conciertos, en la playa o en bares con frases del tipo ‘éramos felices y no lo sabíamos’. Y puede que sea verdad. Pero yo procuro mantener a raya la nostalgia y busco pequeñas formas de hacerme sentir bien, vaya a ser que levanten el estado de alarma y ahora resulte que echamos de menos rutinas del confinamiento. De hecho, sé de una señora mayor que se sentía muy sola porque está viuda y sus hijos viven lejos y estos días está feliz de la vida porque esta locura ha retenido a su hija a su lado. Está tan concentrada en mimarla y disfrutar de ella que hasta ha dejado de coger el teléfono a las amigas. Yo creo que lo del Covid-19 es invento suyo.




Antes he oído unos pitos en la calle que sonaban cada vez más seguidos y se me ha ocurrido que igual alguien ha creado ya un detector como el de metales, pero de coronavirus. Es una pena que me haya dado pereza levantarme a comprobarlo. A veces estoy tan concentrada en la mesa que intento traerme un vaso de agua con el poder de la mente. Me parece que el otro día conseguí que se moviera un poco. A este paso voy a acabar haciendo el diario sin salir de la cama en honor a Truman Capote, que confesó ser un escritor completamente horizontal. "No puedo pensar a menos que esté acostado", declaró en una entrevista.




“A aquellos que están esperando el apocalipsis: ¡Quitaos de en medio! Queremos ver la primavera”, ha publicado en Facebook para espantar a los agoreros la poeta Francisca C. Sánchez junto a una foto de unas flores. Poco después he sabido por un hilo de Twitter que un madrileño se ha comido un narciso creyendo que eran ajos tiernos y se ha visto obligado a llamar a toxicología. A veces hay que tener cuidado con lo que se desea.







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