Diario de una cuarentena (XVII): Romeo de balcón

Miguel mira a su enamorada desde su balcón, en compañía de Petrona, su cuidadora.
Miguel mira a su enamorada desde su balcón, en compañía de Petrona, su cuidadora. Marina del Mar
Marta Rodríguez
07:00 • 08 abr. 2020

Hoy me ha conmovido la historia de Miguel, que tiene 92 años, es de Alboloduy y acaba de volverse a enamorar de tanto salir al balcón y mirar a los ojos de su vecina. Como es un hombre que se viste por los pies y lanzar besos no hace justicia a lo que siente, le ha pedido matrimonio a ver si formalizan la relación. La suerte es que su pretendida no es otra que la fotógrafa Marina del Mar, quien corresponde este amor platónico con mucho cariño e imágenes de corte documental. Si Miguel falta algún día a su cita de las ocho, a Marina le entra el desasosiego. Ella ha encajado muy bien que su Romeo también tenga planes de casarse con su cuidadora, Petrona, que permanece a su lado protegiéndolo con esmero, con la que está cayendo, pese a tener cuatro hijos en Nicaragua.




Hasta que sepamos quién es la que se viste de blanco, se me ha ocurrido lanzar la propuesta de ir organizando una fiesta de vuelta a la normalidad. Creo que deberíamos sugerir espacios al aire libre donde celebrarla, por ejemplo el Patio de los Naranjos del Cuartel de la Misericordia o el Club de Mar. También hay que definir el dress code, que incluirá guantes y mascarilla a juego. Para no restringir el aforo, rotaremos manteniendo la nueva distancia social.




Las medidas que seguiremos a lo largo del desconfinamiento progresivo que está al caer me recuerdan a la descompresión de un vuelo espacial. También a una monja de clausura que cuelga el hábito tras años de aislamiento. Imagino ese primer día en que salen a la calle sorprendidos por recuperar la gravedad y volver a la civilización. ¿Podéis crear la imagen mental? ¡Pues lo nuestro será peor!




Una cosa que me sorprende es seguir recibiendo notificaciones de LinkedIn para que felicite a no-sé-quién por su nuevo puesto. Me devuelve la fe en el género humano que la gente siga encontrando empleo mientras los ERTE están a la orden del día. Tengo una amiga que empezó en una empresa justo el lunes de la semana en que se decretó el estado de alarma y, claro, le suspendieron el contrato con la promesa de volverla a llamar. Y conozco el caso de otra chica que llevó el CV al trabajo de sus sueños ese mismo miércoles; bendita sea su ingenuidad, ya no llegaron a recibirla.




A veces pienso en la cuarentena como en una especie de casting en el que estamos seleccionando la mejor compañía para vivir el fin del mundo. En plan: lloricas, fuera; cuñaos, a su casa; protestones, paso. Yo, que soy flojilla, pero muy competitiva, me he empeñado en que alguien me quiera en su equipo. Mi misión será la de ahora, juntar letras hasta que la tormenta amaine.



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