Doña Ascensión: una vecina del INP

Opositó en Granada a la ‘Perra Gorda’ y allí desarrolló su vida laboral

La Voz
Tony Fernández
20:03 • 10 feb. 2024

Ella vivía para los demás y no tenía horas para ayudar y rezar. Su vida fue un sacrificio constante y, sacando a su familia adelante, tenía tiempo de ayudar a los que le rodeaban. En la calle Magistral Domínguez todo el mundo la quería y en los pueblos, como Nacimiento, cuando en las vacaciones, arreglaba los papeles a los más necesitados y nunca les cobró un duro.



Cuando la mayoría de las vecinas se dedicaban a sus labores ella sabía organizar la jornada, y a sus hijos Paquito y José Mari, nunca les falto de nada. Por la tarde el rezo del Rosario con las vecinas: y la Misa era para ella sagrada. Tenía hilo directo con Dios.



Ascensión Lázaro-Carrasco Vilches, nació en Almuñécar (1903) y falleció en Almería (1993). Estudió en Almuñécar y en Granada, en cuya Escuela Normal obtuvo el título de Maestra.



Trabajo



Como su primer destino de maestra fue (Tocón de Quéntar) y estaba muy lejos de sus expectativas, opositó el Instituto Nacional de Previsión (la popular ‘Perra Gorda’) como se la conocía en Granada, cuyas oficinas estaban en la Gran Vía. Después de la Guerra Civil, fue trasladada a Málaga, donde conoció a su marido, Francisco Gómez Doblas, con el que se casó al poco tiempo.



Poco después ambos fueron trasladados a Almería. En 1944 nació en Granada, Paquito y nuevo traslado en 1947 a Gérgal, donde ambos desempeñaron su trabajo como funcionarios del INP. En 1948 nació José Mari y cuando tenía más o menos dos años, los volvieron a trasladar de nuevo a Almería capital.



Familia



Los dos hijos de doña Ascensión estudiaron en el Colegio La Salle, desde parvulitos a Preuniversitario. El mayor, Paquito, estudio Medicina en Granada y circunstancias de la vida, conoció a la que después fue su mujer, marchó con ella a Francia, Roanne, se casaron y terminó sus estudios en la Universidad de Lyon. Volvía por Almería cuando disponía de vacaciones y al final acabó sus días en el vecino país pero sus cenizas descansan en el cementerio de San José.


A Paquito le gustaba mucho viajar y se lo llevaba en el camión de la Cerveza Cruzcampo su vecino Manolo 'Saberes', y se lo pasaba bomba. Era el más introvertido de los dos. José Mari, tenía don de gentes y mientras su madre llegaba del trabajo barría y pasaba el trapo para que la casa estuviese ordenada. Su vecina Carmela lo quería como yerno para su hija Elo que era 5 años menor. Ellos hablaban por la ventana de la cocina siendo muy niños. Estudió Magisterio, y su primer destino definitivo fue en Lebrija (Sevilla), pero en 1974 aterrizó en Adra y allí sigue. De sus 40 años de servicio, 34 los ha ejercido en Adra. Después se licenció en Historia y posteriormente en Pedagogía, ambas licenciaturas en la Universidad de Granada. Y se quedó para siempre en Adra. La actual Corporación ha tenido a bien nombrarlo, por unanimidad, Hijo Adoptivo de Adra.


Vecinos

Cuando se instaló en la calle del Magistral Domínguez, 31 en la segunda planta de una casa señorial, se encontró con unas vecinas que le hicieron la vida más llevadera. No era fácil compaginar trabajo y familia y siempre tuvo a doña Angelina a su lado, hasta la llegada de Carmela, que fue llenado de niños su casa y, cuando Paquito o José Mari no tenían con quien quedarse porque tocaba trabajar por las tardes en el INP, allí estaba Manolo para llevarse a Paquito y Carmela con su José Mari al que quería como a un hijo; sin olvidar a Antoñico que tocaba el violín y su mujer doña Paca que también tenían la casa llena de niños. Formaron una gran familia y se compartía todo: penas y alegrías.


El Rosario

Cuando los niños íbamos para el colegio sobre las tres de la tarde, subía la calle Magistral Domínguez cansada doña Ascensión. El tiempo justo de comer y antes de la novela que radiaban a las 5 el rezo del Rosario con las vecinas. Inflexible con su fe (la que faltaba recibía un aviso) para que no se repitiera. Pasó la vida del trabajo a la casa y pidiendo por la salud y el trabajo de aquellos que más lo necesitaban. Su casa siempre abierta a todos.


Le gustaba ayudar a los demás. Decía mi madre que era muy servicial y no pocos vecinos vieron como se ponían al día con el INP haciendo más llevaderas aquellas duras gestiones de mostrador.


Los hijos de Carmela rendían cuentas presentando el boletín de notas, siendo recompensados con cinco duros (25 pesetas). Ay de esas noches de verano en plena calle hasta las dos de la mañana, todas las vecinas en corrillo en la puerta de doña Ascensión.



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