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Cómo nació y sobrevivió el chiringuito más cañero de todo El Zapillo

El local almeriense El Sevillano fue fundado alrededor de la década de los 60, por lo que es uno de los más antiguos de la capital

Samuel Cantón Galera, actual dueño del chiringuito El Sevillano.

Samuel Cantón Galera, actual dueño del chiringuito El Sevillano.Elena Ortuño

Elena Ortuño
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Cómo un almeriense pasó de ser un campeón de boxeo en Sevilla a montar uno de los chiringuitos más conocidos de Almería es una pregunta que quizás se hagan los lectores de esta historia. Y sin embargo, sea como fuese, así ocurrió.

Antonio el Sevillano fue un hombre de gran visión que, tras triunfar en el mundo del deporte, quiso probar suerte en el de la hostelería. Y como quien juega una partida de póker con un as en la manga y goza del ingenio suficiente para aprovecharlo, la fortuna se puso de su parte.

Así nació El Sevillano, un chiringuito junto a El Palmeral de El Zapillo que heredó el nombre con el que se le conocía a él a causa de su primera esposa, natural de Sevilla y muy popular en la capital andaluza: “Mi padre era almeriense de pura cepa, aunque le decían el sevillano y el ‘rey’, esto último por el boxeo”, recuerda Samuel Cantón Galera, hijo del fundador y dueño del establecimiento desde el fallecimiento de su progenitor.

A base de “cuatro palos y cuatro chapas” y nacido cuando aún no existía siquiera el Paseo Marítimo moderno, sus orígenes frente a Las Conchas fueron tan humildes como duros. Con el paso del tiempo y el nuevo rostro que Almería ha ido adoptando en las últimas décadas, el Paseo Marítimo se reurbanizó, el agua se alejó de los edificios y el chiringuito tuvo que ser trasladado al actual emplazamiento, junto a La Térmica.

Entrada de El Sevillano, en la playa.

Entrada de El Sevillano, en la playa.Elena Ortuño

Una evolución sorprendente

Si bien llegó a contar hasta con cuatro negocios, hoy su familia solo mantiene dos: “Mi hermana sigue con su churrería y mientras yo llevo adelante el chiringuito”, reconoce.

En todo este tiempo, el establecimiento ha evolucionado de forma sorprendente: Samuel ha querido romper el concepto de chiringuito rápido de playa, para crear un espacio de ocio que invite a quedarse: comida tranquila, zona de chill out, cócteles, música y diferentes espectáculos todos los fines de semana hacen del enclave un lugar único en la playa de El Zapillo: “Aquí estamos acostumbrados a ver el típico chiringuito de playa, que tú llegas, comes, tapeas, terminas y sales corriendo. Nosotros lo hemos querido dar un aire diferente… que tú puedas comer, tomarte un tequilita, charlar, sin prisa”, cuenta.

Sortear las trabas

La ausencia de ocio y oferta gastronómica justo a la orilla del mar, en el interior del arenal, es algo palpable en la ciudad de Almería. La razón pasa por causas administrativas; y es que el local ha tenido, desde su creación, problemas con las licencias que les permitan establecerse de manera legal. 

Tras décadas esperando regularización, se sientes “agotados”: “Una concejala te dice que vamos a dar los permisos, nos venimos arriba, todo ilusionado… y luego no es verdad. Así llevamos décadas, pagando multas anuales abismales”, denuncia con pena.

Es, de hecho, esta problemática la que impulsó uno de los momentos más “memorables” de la historia de El Sevillano: el amotinamiento que Samuel y su familia protagonizaron hace unos años, cuando el Ayuntamiento quiso “levantarles el negocio". 

Querían expulsar a todos los chiringuitos de la playa, pero todos nos unimos para impedirlo”, relata con una sonrisa orgullosa en el rostro por haber defendido el lugar donde pasó gran parte de su niñez. Y es que el dueño recuerda su infancia entre la barra y la arena, correteando de un lado para otro con sus hermanos: “Siento el chiringuito como mi vida”, confirma.

Una carta variada

Si bien el entorno idílico y el ambiente fiestero y animado del establecimiento son sus grandes definitorios, la gastronomía del lugar no se queda atrás: con una carta para todos los gustos y bolsillos, el chiringuito se posiciona entre una opción más que atractiva para aquellas familias que no se ponen de acuerdo: “Yo quiero que si a la madre le apetece pescado y al padre carne, puedan acudir a mi local y que queden a gusto”, explica. Es por esto por lo que desde que él regenta el establecimiento, la carta ha evolucionado mucho, especialmente en extensión.

Mi padre iba a la plaza del pescado del Puerto todos los días. Allí compraba jureles, chopitos, calamares, sardinas... un poco de todo, pero siempre fresco. Luego se venía al bar y lo hacía todo a la plancha”, recuerda con cierta nostalgia para después reconocer que hoy los tiempos han cambiado: “Hoy somos el único restaurante de Almería capital que contamos con una barca de espeto malagueña”, admite con un gesto socarrón mientras señala la barbacoa artesanal y la llama que sale de esta: “Todo lo cocinamos al momento”.

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