Antón, el futbolista invisible
Podía jugar de extremo derecho, interior e incluso de delantero

Once del Adra CF. Abajo agachado, el primero por la izquierda, Antón.
Su nombre verdadero era Antonio Pascual Bonmatí. Lo de Antón se lo cuento después. Falleció el 5 de febrero de 2020 y nos dejaba a los 91 años uno de los futbolistas que dejó huella humana. Formó en aquél Adra Club de Fútbol campeón de tercera división en una delantera y perdónenme, hasta ahora, insuperable. El propio CF Adra le rendió homenaje guardando un minuto de silencio en el Estadio Miramar y donde la plantilla llevó crespón negro en su memoria.
Se rozaba los años finales de los 50 y Miramar gritaba de carrerilla aquella delantera: Antón, Lopera, Joaquín, Barranco y Valiente. Era una plantilla casi profesional. No tenían días libres o de asuntos propios. En aquella época apenas había bajas laborales. Se entrenaba por la mañana y por la tarde. No como hoy en día, que cuando te tocan el bolsillo, fiebre poquita. En Alicante dejó una huella imborrable jugando en el Hércules de segunda división dos temporadas. Antes, con 19 años, debutó en el Murcia y consecutivamente estuvo en el Celta de Vigo, pero, su fichaje no se llevó a fructificar. Primeramente militó también en el Santa Pola, el Santiago de Compostela, para después encadenar simultáneamente los equipos del Granada, también en segunda división y el Lucentina.
Según alicantepedia.com, David Rubio, nos apunta, que el padre Antón fue un farmacéutico que regenteaba una farmacia propia en Santa Pola. Siendo Antonio todavía un niño, se quedó huérfano de padre y fue su madre quien se hizo cargo de la farmacia.
Siguiendo la tradición familiar, Antón estudiaría la carrera de Farmacia. Durante todo ese tiempo que jugó en Andalucía estuvo matriculado en la Universidad de Granada. Pero no sería hasta 1966, ya casado, y con un hijo, cuando por fin terminó sus estudios universitarios en la Universidad de Santiago y regresó definitivamente a Santa Pola para abrir su propia farmacia.
Fichaje por el Adra
Le gustaba el fútbol, más que los exámenes que realizaba para farmacéutico estudiando en Granada y puso como condición que sus padres no lo supieran y poder así compaginar ambas actividades. Llegó a más en el asunto. Se cambió hasta el nombre futbolístico de toda la vida de Bonmatí por el de Antón. Incluso la directiva abderitana se las ingenió para poner a otro futbolista en su puesto (casi siempre era titular) en la foto oficial para que su madre y familiares no le vieran en los periódicos en caso de comprarlo. El estadio Miramar se lo pasaba en grande en aquella segunda temporada en Tercera División y encuadrados en el mismo grupo junto al Almería. No era para menos. Solo los capitalinos fueron capaces de llevarse los dos puntos en litigio en todo el campeonato disputado en el Miramar. Almería e Iliturgi jugarían las promociones a Segunda División. El Trafalgar, tercero, y a un punto de los jienenses, se quedarían en la orilla.
Tenía Antón un talante y regate demoledor. Podía jugar de extremo derecho, interior e incluso de delantero. Agachaba la cabeza por banda y no paraba de dar galopadas. Antón se hizo rápidamente con un puesto titular por la derecha en el once titular de Antonio Carmona. Que equipazo. Debutó en Córdoba, en el Arcángel, era el 10 de noviembre de 1957 y marcó el gol de la victoria para el Adra con este once: C. D, Trafalgar de Adra: Fuertes, Remacho, Martín, Miguel; Miñi, Quesada; Antón, Lopera,García Vida, Jorge y Rojas. Aquél ala Antón-Lopera era de lo mejor en aquella categoría. Hoy en día, ese gol, le hubiera llevado a quebraderos por maltrato animal. Cuando se dispuso a disparar, un perro se cruzó en el camino del balón. Ambos entraron en la portería. El animalito no sufrió daños.
Retirado del fútbol, se convirtió en empresario y regentó una inmobiliaria. Fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Santa Pola, ejerciendo de vicealcalde del municipio durante seis años. Su hijo Augusto también estudió farmacia, pero en 1990 cuando tenía solo 23 años sufrió un accidente mortal de moto que le costó la vida. Ante esta desgracia, Antón, decidió vender su negocio y se jubiló anticipadamente. Apasionado a la caza, también, fue un gran amante del ciclismo y realizaba rutas largas y duras, incluso bien entrada su vejez.